3 Juan 1:9 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos Juan presenta un cuadro muy distinto del anterior. Habla de un orgulloso y ambicioso líder de la congregación a la que pertenece Gayo. Su nombre es Diótrefes, que, curiosamente, significa «alimentado por Júpiter». El autor sagrado describe: 1) Su carácter (v. 3Jn 1:9); 2) sus egoístas actividades (vv. 3Jn 1:10, 3Jn 1:11).

1. Dice el versículo 3Jn 1:9: «Ya escribí a la iglesia, pero Diótrefes, a quien le gusta mandar entre ellos, no quiere saber nada con nosotros» (NVI).

(A) Lo primero que observamos es que Juan había escrito a la iglesia en la que Diótrefes era el líder principal, y de la que Gayo era, con la mayor probabilidad, miembro. La carta a la que alude Juan se ha perdido; es muy posible que el propio Diótrefes la destruyera.

(B) Dice Juan que Diótrefes era un ambicioso: «le gusta ser el primero de ellos» (gr. philoproteúon autón), según dice textualmente el original. No se nos insinúa que hubiese usurpado el oficio, sino que abusaba de él de una manera dictatorial.

(C) Su abuso de poder llegaba a términos inconcebibles. «No nos reconoce», dice Juan, conforme al sentido que el verbo epidékhetai tiene aquí, más bien que «no nos acoge». Diótrefes no reconocía la autoridad apostólica de Juan, como vemos por el versículo siguiente.

2. En este versículo 3Jn 1:10, el autor sagrado particulariza las actividades egoístas y dictatoriales de Diótrefes: «Así que si voy allá, llamaré la atención sobre lo que está haciendo, hablando malignamente contra nosotros. No satisfecho con eso, rehúsa acoger (el mismo verbo del v. 3Jn 1:9) a los hermanos; y además, a los que quieren acogerlos, les prohíbe hacerlo y los echa de la iglesia» (NVI).

(A) Juan anuncia aquí que, en una probable futura visita a la iglesia en la que Diótrefes es el principal líder, se propone darle una pública reprimenda, llamando la atención (gr. hupomnéso; lit. haré recordar) sobre sus malvadas actividades, que el apóstol Juan enumera a continuación.

(B) «Está, dice Juan, denigrándonos» (en participio de presente). El orgulloso Diótrefes estaba calumniando malignamente a Juan, como si éste abusase de su autoridad apostólica. Ésta es la conjetura más probable, ya que, como dice el refrán, «piensa el ladrón que todos son de su condición». En opinión de Findlay (citado por Stott), su propio nombre, poco común, de Diótrefes indicaría que pertenecía a la aristocracia de Pérgamo. «Otros autores atribuyen la rivalidad entre Juan y Diótrefes a los cambios estructurales eclesiales al final del siglo primero de nuestra era» (Stott). El mismo Stott hace notar que «fue hacia el año 115, cuando el obispo Ignacio de Antioquía escribió sus cartas a las iglesias de Asia, el tiempo en que fue establecida entre ellas el episcopado monárquico (la aceptación de un solo obispo con autoridad sobre un grupo de presbíteros)».

(C) Sin embargo, como el propio Stott arguye, «para Juan los motivos que gobernaban la conducta de Diótrefes no eran teológicos, ni sociales ni eclesiásticos, sino morales». Y el autor sagrado los enumera a partir de la raíz:

(a) La raíz de sus perversas actividades era su ambición de honor y de poder, como se refleja (v. 3Jn 1:9) en ese amor al primer puesto, que ya hemos analizado anteriormente. Stott cita la observación de David Smith de que «proáguein (2Jn 1:9) y philoproteúein denotan dos humores que perturbaron la vida cristiana del Asia Menor arrogancia intelectual y encumbramiento personal».

(b) Primer amargo fruto de tal raíz fue denigrar con interpretaciones malignas el ejercicio de la autoridad apostólica por parte de Juan, como también lo hemos visto ya (v. 3Jn 1:10).

(c) Segundo fruto, consecuencia también de la amarga raíz, era la falta de acogida a los misioneros itinerantes procedentes de Éfeso (v. 3Jn 1:10): «Y no contento con estas cosas, no sólo no acoge él mismo a los hermanos …». Como conjetura Stott: «Quizás no tenía mejor motivo para rehusar acoger a estos forasteros que el haber sido cosa mandada por Juan».

(d) Pero no se contentaba tampoco Diótrefes con esta actitud negativa, sino que de la defensa pasaba al ataque: «… sino que a los que quieren (acogerlos) se lo prohíbe». No contento con su propio rechazo, exigía que todos los demás miembros de su iglesia siguieran la misma pauta de rehusar la acogida a los misioneros procedentes de Éfeso.

(e) Pero no paraba en eso (v. 3Jn 1:10) la dictatorial arrogancia de Diótrefes (v. 3Jn 1:10): «… y los echa de la iglesia». A quienes rehusaban sumarse a su falta de acogida ¡los ponía fuera de comunión! ¿Cabe mayor dictadura eclesiástica? Sin embargo, esto presenta una dificultad: Si Diótrefes ponía fuera de comunión a quienes daban acogida a los enviados de Juan y a los misioneros itinerantes, ¿cómo es que Gayo, quien se conducía precisamente del modo contrario al de Diótrefes, seguía aún en comunión con la iglesia? Hay quienes opinan que Juan no habla de echar de la iglesia a los miembros que daban acogida a los misioneros, sino a los misioneros mismos. Pero la fraseología, la propia construcción gramatical de las frases, se opone a dicha opinión. Rodríguez-Molero opina que «los dos presentes impide y echa son de conatu (esto es, de intento. El paréntesis es mío). Diótrefes intentó prohibirles y echarlos. Pero de hecho no consiguió nada, pues Gayo sigue perteneciendo a la comunidad». Quizás sea esto lo más probable.

3. En el versículo 3Jn 1:11, Juan deduce de lo dicho en los versículos 3Jn 1:9 y 3Jn 1:10 una conclusión que le sirve de exhortación general a Gayo: «Querido amigo (lit. amado; ésta es la cuarta y última vez que Juan se dirige a Gayo con este epíteto), no imites lo malo, sino lo bueno. Quien obra el bien, es de Dios. Quien obra el mal no ha visto a Dios» (NVI). Del verbo que usa aquí Juan (mímou) se deriva el castellano mímica. «Cada cual es un imitador», dice Stott. El versículo sirve de gozne entre lo que precede, el mal ejemplo de Diótrefes, y lo que sigue, el buen ejemplo de Demetrio. Así se explica que Juan comience por la negativa: «No imites lo malo». La imitación de lo bueno, que aquí encomía Juan, es la consecuencia de pensar todo lo que es bueno (v. Flp 4:8), con la diferencia, a favor de la imitación, de que para imitar no hace falta pensar, sino ver. Es quizás por esto por lo que, en la segunda parte del versículo, dice el autor sagrado: «El que hace lo bueno es de Dios (ek tou Theoú, genitivo de procedencia), es decir, muestra con su conducta los rasgos de familia, ¡imita a su Padre!, mientras que el que hace lo malo, no ha visto a Dios» (comp. con 1Jn 3:6, donde Juan añade, como equivalente: «ni le ha conocido»); al no tener familiaridad, íntima comunión con Dios, no puede imitarle. Dice Stott: «Quizás en esta generalización, Juan tiene en mente a Diótrefes y así da a entender, de forma indirecta, que pone en duda si Diótrefes es en absoluto cristiano».

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