CONSOLADOR
Por Joni Eareckson Tada
Una abuela muy especial me contó recientemente una experiencia con su nieta más joven:
La llamada de mi hija desde la sala de emergencias del hospital me sorprendió. Mi nieta Robin, que acababa de cumplir seis años, se había caído de una barra alta en la escuela, golpeándose la boca de forma severa. Recogí a sus hermanas de la escuela y pasé una tarde horrible y tensa supervisando a las pequeñas, mientras mi hija regresaba con Robin.
El doctor le había dado ocho puntos dentro de la boca y seis fuera. Mientras las pequeñas abrazaban a su mamá, Robin se sentó firmemente en el sillón más alto de la sala. Su rostro estaba hinchado casi hasta ser irreconocible, su pelo largo aún húmedo con sangre seca. Ella se veía acongojada. Me acerqué cuidadosamente, porque Robin es la menos expresiva, la más reservada.
«¿Hay algo que desees, querida?» pregunté. Ella me miró firmemente a los ojos y dijo: «Quiero un abrazo».
¡Yo también! pensé mientras la arrullaba en mi falda. Pero, ¿cómo y quién hace que una abuela exhausta pregunte? Mientras nos mecíamos suavemente, las palabras de la Escritura de Juan 14:16 vinieron a mi mente: «Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre».
Así que pedí. Y, simplemente, sentí Sus brazos eternos abrazándonos.
Como esa abuela, nosotros a menudo deseamos tener brazos consoladores alrededor de nosotros en nuestras debilidades, quebrantos y confusión. Eso es lo que yo amo acerca del Espíritu Santo.
Ciertamente, la Biblia lo llama Consejero. Y sí, Él es nuestro Intercesor. Se nos dice en otra parte que Él es nuestro Maestro, Guía y el Espíritu de verdad. Él nos recuerda todo lo que Jesús dijo. Él revela al Padre. Él aún nos convence de pecado. Él hace tantas cosas. Pero una cosa yo amo más…
ÉL ES NUESTRO CONSOLADOR.
Si hoy usted está dolida, no tome el teléfono para llamar a una amiga. Busque los brazos eternos del Espíritu. Él es muchas cosas, pero lo más importante para usted hoy es que Él es su Consolador. Él tiene un abrazo para niñas heridas, abuelas quebrantadas, padres preocupados… y para usted también, de hecho.
¿Usted dice que hace tiempo que no siente ese abrazo santo? Tal vez hace tiempo que no lo ha pedido.
DIOS LE BENDIGA
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