¡Tengo deseos de llorar!
«Mírame y ten misericordia de mí, porque estoy solo y afligido. Las angustias de mi corazón se han aumentado; sácame de mis congojas.» (Salmos 25:16-17)
Llorar es una manifestación externa de las emociones que suceden en nuestra alma, ya sea por una gran alegría o tristeza. Todos los siervos de Dios han experimentado estos momentos, desde el más pequeño hasta el más grande. Por esta razón, hoy es bueno buscar consuelo en nuestro Creador, porque muchos recibiremos esa brisa que nos provoca deseos de llorar.
Estos deseos, en la mayoría de los casos, no se pueden cumplir, sencillamente porque no queremos hacer sentir mal a los demás. Como el padre de familia, cuando no hay dinero para pagar las deudas, y los niños sonríen delante de él, o la esposa le grita porque no arregló la cama. Él sufre en silencio, deseando un abrazo o una caricia, pero debe mostrarse fuerte, y los deseos de llorar permanecen en su corazón.
O la joven enamorada, que descubre que su príncipe está saliendo con otra, y sus padres no saben de esa relación. También necesitará llorar, necesitará que alguien la escuche, la comprenda y la ayude. Deseos de llorar sentirá la madre cuando encuentra un cigarrillo de marihuana en los bolsillos del pantalón de su hijo de 12 años, o un preservativo entre los libros de su hija de 14.
Deseos de afecto sentirá la esposa que pasa largas horas en su hogar, y cuando llega la menopausia, sus hijos no la llaman ni la visitan. Un abrazo necesitará el pastor que se ve abandonado por sus ovejas, que se marcharon a un templo más grande o moderno. Deseos de llorar invadirán a la mujer que ha sido maltratada y se ve impotente ante el ataque.
Esos momentos nos llegan y tocan lo más profundo de nuestro corazón, y casi siempre buscamos a nuestro lado y no encontramos a nadie. Cada uno está ocupado en sus propios quehaceres, subiendo su propia montaña, o quizás también con deseos de llorar igual que nosotros. Por eso, cuando más necesitamos de un amigo, no lo encontramos, y los deseos de llorar se cumplen en nuestra soledad. Donde se añora un abrazo, lo sustituye una almohada vacía, o en lugar de un «te quiero», lo sustituye un silencio frío.
Es por eso que David implora la dirección de Dios:
«Mírame y ten misericordia de mí, porque estoy solo y afligido. Las angustias de mi corazón se han aumentado; sácame de mis congojas.»
Al hacer este clamor, la respuesta de Dios vendrá a nuestras vidas, nos llenará de vida. Lloraremos, pero nos levantaremos con nuevas esperanzas.
Oración:
Gracias, Padre amado, porque siempre escuchas nuestras oraciones. Hoy te rogamos que visites a cada uno de nuestros hermanos que necesitan tu consuelo, y a todos aquellos que están pasando por esos valles de la vida, donde los deseos de llorar forman parte de sus sentimientos.
En el nombre de Cristo Jesús,
Amén
Reflexión escrita desde la Capital del Sol, Miami, Florida
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