|
–Nunca he rezado en mi vida, decía en tono provocador una madre de familia. Usted sabe, la religión y yo…–Sin duda, nunca se le ha enfermado un niño, la interrumpió una vecina cristiana:
–Sí, uno de mis hijos estuvo a punto de morir…– ¿Y no pidió la ayuda de Diosí – ¡Oh sí! ¡Pero nunca he recitado oraciones!–¿Usted cree que sólo se ora cuando se recitan oraciones preparadas de antemano? El “Padre nuestro” es una magnífica oración que Jesús enseñó a sus discípulos. Pero precisamente sólo tengo el derecho de recitarla si estoy segura de que Dios es mi Padre y que yo soy realmente su hija. Luego, ¿puedo formularla maquinalmente sin preocuparme por el sentido de las palabras o repetirla diez veces pensando en otra cosa? ¿Es Dios indiferente a lo que sale de nuestros labiosí Cuando digo: “Santificado sea tu nombre”, ¿puedo a continuación jurar o hablar mal de alguien? Si agrego: “Hágase tu voluntad”, ¿no debo someter mi voluntad a la suya? ¡Cuidado, Dios no puede ser burlado!
Pero Dios, quien ama a cada ser humano, conoce nuestro corazón. Lo importante no es la forma de la oración. Dios oye tanto una oración balbuceante o informe como un grito o un suspiro dirigido a él por un alma angustiada. ¿Ya hizo usted esta experiencia?
|
|