Hay un dicho popular que dice «las apariencias engañan». Aparentar es una forma de vida utilizada por aquellos que parecen una cosa pero en realidad son otra.

Hay personas que fuera de su hogar son amables, educados, pero al volver a la casa son todo lo contario con su cónyuge e hijos.

Otros parecen muy piadosos y fieles a Dios por su manera de hablar y su comportamiento en las reuniones de la iglesia, pero en la intimidad son personas sin espiritualidad.

Lo maravilloso de todo esto es que es posible engañar a los hombres pero no a Dios, pues él ve lo profundo de nuestro corazón.

Muchas veces aún nuestras oraciones son fingidas y no nos damos cuenta que Dios vé la realidad del corazón, más allá de las palabras y acciones.

El Señor mira constantemente sobre toda la faz de la tierra, y con su mirada penetrante vé lo que hay en nuestro corazón.

Hay una promesa hermosa en el mensaje de hoy, y es que si tenemos un corazón perfecto (es decir con el deseo de agradarle en todo) él mostrará su poder a favor nuestro. ¿Cómo está su corazón?