Para reflexionar…(07-10/12/06)
Un Brillo Que No Sea Ofuscado

«Y ve si hay en m? camino de perversidad, Y gu?ame en el
camino eterno» (Salmos 139:14).

Cuando Leonardo da Vinci estaba pintando la «Santa Cena,»
tuvo intensa y amarga discusi?n con otro pintor. Él se puso
tan enfurecido que decidi? reproducir el rostro de su
enemigo en la haz de Judas. De esta forma el rostro del
pintor odiado ser?a preservado por mucho tiempo en la imagen
del disc?pulo traidor. Al terminar de pintar Judas, todos
reconocieron, con facilidad, el pintor con quien Leonardo
hab?a discutido. Continu? a trabajar en la pintura, pero a
pesar de in?meras tentativas, no consigui? pintar el rostro
de Cristo. un algo lo estaba impidiendo de continuar su
trabajo. Leonardo concluy? que su encono por el pintor
enemigo era a causa de su problema. Así, resolvió repintar
el rostro de Judas removiendo el del pintor adversario y
creando un nuevo rostro. Solo entonces pudo Él pintar el
rostro de Jesus y terminar su obra prima. (Esta historia es
probablemente una leyenda)

Muchas veces permitimos que pequeños desentendimientos si
transformen en encono y se instalen en nuestros corazones
como un impedimento para que seamos enfrente en busca de
nuestras conquistas espirituales.

Con eso, perdemos la paz que es tan importante para una vida
saludable y bendita y creamos un muro de separaci?n que nos
impide de estar en la presencia de Dios. si no caminamos
debajo de la gracia maravillosa del Señor, difícilmente
alcanzaremos la felicidad por la cual luchamos todo el vida.

Cuando el encono se instala en nuestro interior, somos
incapaces de contemplar la belleza de todo cuanto nos rodea,
los días son cenizos y amargos, nuestro rostro se muestra
siempre abatido y la alegr?a de vivir parece se haber
perdido en alguna parte de nuestra caminata.

La mejor decisi?n a tomar en las horas de desentendimiento,
sea por cual motivo sea, es presentar todo delante del Señor
Jesucristo, pedir a Él que remova cualquier pesar o
resentimiento, y que nos llene de amor y perd?n para que los
nuestros días contin¿en a ser soleados y nuestra felicidad
nunca sea estremecida.

Que el brillo de Cristo, en nuestro rostro, jamás sea
ofuscado por cualquier actitud que entristezca nuestro Dios.

Paulo Barbosa

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