«¡Que importa que ellos me maldigan!¡Bendíceme tú!Pueden atacarme, pero quedarán avergonzados; en cambio, este siervo tuyo se alegrará.
¡Queden mis acusadores cubiertos de deshonra, envueltos en un manto de vergüenza! Por mi parte, daré muchas gracias al Señor; lo alabaré entre una gran muchedumbre. Porque él defiende al necesitado, para salvarlo de quienes lo condenan». Salmo 109 28-31

Muchas oraciones del Salmista han sido mis oraciones desde que era muy pequeña, sobre todo los que exigían justicia. En mi Biblia Blanca (tiene casi 40 años acompañándome, es una reliquia) las citas más marcadas son éstas que piden justicia. ¡Que niña más vengativa! ¡A los 8 años clamaba porque Dios aplastara a mis enemigos! Pensaba como niña, actuaba como niña, sentía como niña.

Cada reprimenda, me parecían injusticias y abusos, cada prohibición,un acto de venganza, cada negativa, una violación a mi independencia. Entonces los salmos exclamatorios venían como auxilio a mi sed de Equidad.

¡Oh Dios, no guardes silencio, pues gente impía y mentirosa ha declarado en mi contra! Salmo 109:1 Era uno de mis salmos favoritos, los clamaba en mi cama después de una reprimenda de mi mamá.

¡Que se acorten sus días, y que otro se haga cargo de su oficio! 109:4 Oraba este salmo cuando le pedía al Señor que mi profesor de matemáticas se fuera al fin del mundo.

¡Que niña tan berrinchosa y engreída!.

Dios no ha puesto estos versos para que satisfagas tus deseos de justicia. Deja de pensar como un niño. Aprende la lección que el Padre tiene para ti, Corrige tu caminar, todo lo que te ocurre tiene un propósito en su plan Eterno, deja de darle la contra al que busca tu bien. Sométete a la disciplina de tu Padre Celestial.

Los que buscan tu crecimiento espiritual, no se cansarán de corregirte, pero los que buscan tu mal, se esconderán avergonzados.

Oración: Muchas veces he querido huir de tu vara y corrección, me he justificado, y he llegado a creer que era irreprensible. ¡Que equivocada estaba! Perdóname Papá. Indicame lo que debo hacer hoy.

Te obedeceré Mi Señor y mi Rey.

Martha Bardales