Poco antes de esta escena, el Señor se manifestó a Pedro como el Hijo de Dios. En el monte, la voz de Dios proclamó: ?Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd?. Pedro habría tenido que recordar estas palabras; así no hubiera rebajado a Jesús al rango de un mero ciudadano sujeto a las leyes del pueblo. Pero, vemos la preocupación del Señor, quien por humildad, no quiere escandalizar a las autoridades.

       Luego, el Señor Jesús va a mostrar a Pedro que él es verdaderamente el Dios soberano a quien todo le obedece, incluso un pez. Todo le pertenece y le es sumiso. Envía a Pedro a echar un anzuelo, quien en la boca del primer pez, halla el dinero para pagar el impuesto reclamado. Al decir a Pedro: ?por mí y por ti?, el Señor asocia a su discípulo a su propia dignidad de hijo del Rey.

       Nuestros corazones desbordan de adoración y gratitud para con Dios, contemplando a Aquel que dejó la gloria y dio su vida por nosotros, a fin de colocarnos en la posición de hijos ante Dios.