Ofertando A Sí Mismo Con Amor

"Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre" (2 Coríntios 9:7).

En su libro, Joyas Diarias, D. L. Moody escribió que después del gran incendio de Chicago, en 1871, fue para  Nueva  York pedir ayuda financiera  para  las  víctimas  del  fuego.  Al llegar, fue presentado a un hombre rico que  era  reconocido como muy generoso. Impresionado por  la  gran  necesidad  en Chicago, dio a Moody  un  cheque  de  gran  valor.  Luego  a continuación él presentó al evangelista varios otros hombres que  también  hicieron  contribuciones  voluntarias.  Cuando estaba  para  regresar  a  Chicago,  Moody  cumplimentó   su bienhechor y dijo: "Cuando sea a  Chicago,  no  deje  de  me procurar.  Estaré  presto  para  retribuir  su  favor."   La respuesta del hombre ha sido: "Señor Moody, no espere por mi ida. Haga eso para el primer hombre que lo buscar."

Como  sería  maravilloso  si  todos  nosotros   estuviésemos prestos a actuar con el  mismo  amor  con  que  actuó  aquel hombre de Nueva  York.  No  aguardó  retribución,  no  buscó notoriedad, no  tenía  otro  interés  sino  servir,  con  el corazón abierto, para que muchos fuesen bendecidos.

Dios está esperando de cada un de nosotros, cristianos,  Sus hijos, actos generosos que visen apenas el bien de  aquéllos que nos rodean. Anhela que no haya  interés  por  detrás  de nuestros actos, que no  busquemos  un  algo  a  cambio,  que estemos felices por poder hacer alguien feliz.

¿Hemos sido capaces de ayudar a otros mismo cuando  nosotros estamos buscando de Dios un auxilio? ¿Hemos nos alegrado  en hacer personas felices  mismo  cuando  estamos  buscando  en Cristo nuestra felicidad? ¿Hemos contribuido para la obra de Dios,  para  la  salvación  de  muchos,  mismo  cuando   las necesidades enfrentadas sean grandesí

Dios ama aquéllos que ofrecen, con amor, sus vidas para  que el mundo sea mejor y más agradable para todos.