Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros a la verdad era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles.  (Hechos 13:46)

Una persona relevante.  ha hablado sobre la situación del cristianismo, y del estado de toda la iglesia cristiana en sus miembros de cualquier observancia.  Ya no se trata de rebeldía a los planteamientos doctrinales, que en rigor se siguen llevando a cabo según la convicción (respetable, aunque no asumible), por cada una de ellas.

Cuando una persona habla así, nada hay que añadir, dice verdad contrastada hasta la saciedad.sino lo que él quiera en orden a la vida de las iglesias cristianas.  Y no dice nada insólito, porque eso es lo que debe saber cualquiera que se acerca a Cristo.  Simplemente adquiere actualidad y rango, entre las cositas que estamos viendo, y la apresurada adaptación de la pura doctrina a los requerimientos del mundo.

No es que las iglesias se hayan ido tras el mundo.  Es que hemos introducido el mundo en las iglesias.  Todo viento de doctrina se introduce no ya por las rendijas sino por la puerta principal, entre cánticos de alabanza a tan grandes manifestaciones de «fe» en las doctrinas más perversas, que rápidamente entran en las iglesias como «Pedro por su casa».  ¿Donde está la seriedad de los planteamientos del Evangelio y su exposición, y hasta su real interpretación por parte de los mismos evangelistasí

No es edificante explicar las mascaradas y extravíos que estamos contemplando, pero hay cosas que no tienen por donde cogerse, aun empleando la mejor buena voluntad.  Ya no cabe el ecumenismo; era una utopía que he vivido y que se me ha derrumbado.  Tal vez debí «servir al Señor» en vez de servir «para las cosas el Señor».

Tal vez mi ingenuidad de décadas en la esperanza de encontrar una vía de ecumenismo real y expresión de amor mutuo, sea solo una utopía que ya he abandonado.  No puedo pretender cambiar, lo que nadie quiere cambiar.  Dejemos pues que el Señor haga su obra como quiera, porque tal vez yo trataba de hacer por mi cuenta y por mi esfuerzo, algo que solo Jesús podrá realzar si es su voluntad.  Yo solo sé que estoy en buenos términos con Él.  Entré hace años en la voluntad de Dios, pero tal vez he puesto demasiados «talentos» en una empresa, que creía que era de Dios y solo era mía.  Pero solo diré lo que es del tema.

O nos convertimos y somos «muros fortificados de bronce», o consentiremos en ser como los que pretendían «cargarse» la obra de Nehemías llevándole al campo de Ono, solo para disuadirle de seguir la obra de reparación.  Antes ya lo habían menospreciado y amenazado.  (Nehemías 5 y 6).  Con una mano trabajaban y con la otra sostenían la espada.  ¿Hemos visto nosotros algo así?  ¿No nos da vergüenza espiritual, (si es que la tenemos), de que ellos por la obra del templo de piedra y murallas sufrieran todo lo que en el libro de Nehemías se cuenta, y nosotros, que edificamos un templo espiritual, damos tan poca importancia, no ya a ir al campo de Ono, sino a traerlo invitado a la Iglesia?

Ahora pasa igual, y hay amenazas y hasta atavismos en muchos hombres de la iglesia, contra todo el que se rebela contra este estado de cosas.  En realidad todo se reduce a una sola frase.  «O Cristo gana en nosotros, o nos ganan ellos» Sin más adobos.

Hay que decir como Nehemías, cuando fue invitado al Campo de Ono, por Tobías y Gesen el árabe, para hacerle mal:»Yo hago una gran obra y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros».  ¿Lo captamosí


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