Un viejo escritor nos dice: «Fe y razón pueden ser comparadas a dos viajantes.  La fe es como un hombre que goza de plena salud y que puede caminar veinte o treinta millas sin interrupciones y sin nada sufrir.  La razón es como un niño que, con dificultades, puede caminar apenas tres o cuatro millas.  en un determinado día, la razón dice para la fe: ‘Ó, buena fe, me deje caminar contigo.’ La fe contesta:
‘Ó, razón, tu nunca caminaste conmigo» Sin embargo, intentando caminar juntos, partieron pero luego percibieron qué sería muy difícil mantener la compañía.  Cuando llegaron a un profundo río, la razón habló: ‘yo nunca podré atravesarlo.  La fe atravesó cantando.  Cuando ambas alcanzaron una empinada montaña, la misma exclamación de desesperación; y la fe, para no dejar la razón detrás, fue obligada a cargarla en la espalda.  ¡OH, cuan dependiente de la fe es la razón!»

¿Por qué Dios hizo de la fe el ingrediente indispensable en la aproximación del hombre para Él?  ¿No es justamente porque la razón del hombre solo puede ir hasta cierto límite?  Donde la razón encuentra un obstáculo insuperable, la fe lo sobrepasa porque está firmada en Dios y conoce cada un de Sus misterios.

¿Como estamos intentando atravesar los duros caminos de nuestra vida?  ¿Estamos viajando al lado de la razón o de la fe?  ¿Fácilmente nos desesperamos y nos quejamos de los obstáculos que por frente encontramos, siguiendo el ejemplo de la razón o, con alabanzas en los labios, nos dejamos dirigir por la fe creyendo que ningún obstáculo podrá desviar nuestro propósito de seguir enfrente, en busca de nuestros sueños y de nuestra felicidad?

Cuando nos dejamos llevar por la razón, nos ponemos limitados a las circunstancias y la posibilidad de fracaso y desánimo es muy grande.  Cuando confiamos en Dios y agarramos las manos de la fe, nada puede frustrar nuestros ideales y problema alguno impedirá nuestra victoria.

Viaje junto a la fe y ciertamente alcanzará su bendición.