«Y él me enseñaba, y me decía: Retenga tu corazón mis razones, Guarda mis mandamientos, y vivirás» (Proverbios 4:4).

Un joven estudiaba violín con un maestro mundialmente famoso. Finalmente llegó el día en el que él presentó su primer recital. A cada música presentada, el público se manifestaba con calurosos aplausos, pero él no se mostraba satisfecho.

Después el último número, cuando la platea aplaudió con euforia, el talentoso violinista continuaba dirigiendo sus ojos para un hombre viejo sentado junto a un balcón. Por fin aquel hombre de cabellos grisáceos sonrió y sacudió la cabeza en aprobación. Inmediatamente el joven relajó y irradió toda su felicidad. El hombre en el balcón era su profesor.

El aplauso de la multitud nada significó a él hasta que ganó la aprobación de su maestro.

¿De qué vale agradar al mundo y no agradar a Diosí ¿De que sirve la notoriedad entre los hombres si no tenemos la aprobación del Señor? ¿Que nos aprovechará los aplausos de la multitud si no contamos con los aplausos de nuestro Maestro?

La Palabra de Dios nos enseña a buscar en primer lugar el reino de Dios. Cuando estamos colocados en la presencia del Señor Jesús y nuestra vida glorifica su nombre, todo lo que hagamos será bien hecho y en todas nuestras actitudes recibiremos aplausos. Y ese justo reconocimiento se debe al hecho de que tenemos al Señor en nuestros corazones y todo cuanto Él realiza en nosotros y a través de nosotros.

En los recitales de la vida podremos colocar en práctica todo lo qué aprendemos a los pies de nuestro Maestro. Él nos hará brillar, nos dará victorias en todas las iniciativas, alegrará sobremanera nuestro corazón y estará siempre cerca de nosotros, para sonreír y sacudir la cabeza mostrando aprobación. Será eso lo que nos importará y lo que motivará toda nuestra existencia.

¿Está listo para presentar su recital de alabanza y engrandecimiento del nombre de Jesúsí