Así ocurre con parejas de personas ancianas. Los años los han formado el uno para el otro. Sus gustos y sus maneras de ser se han mezclado y sus recuerdos también. Esto es lo que Dios desea para el matrimonio: que sean uno desde el principio, porque Dios es quien los une. Luego, en la práctica deben aprender a armonizar sus pasos cada vez más.
Vivir esta unidad, mantenerla y hacerla cada vez más armoniosa en el curso de los años es la vocación del matrimonio. Ser uno y ya no dos pide una constante aplicación y renunciamientos. Se necesita la ayuda del Señor para mantener la armonía hasta el fin del camino común.
En efecto, el Señor es quien une y forma a los esposos cristianos. Se sirve de uno, de sus cualidades como de su flaqueza, para los progresos del otro. Les enseña a orar, a servirle, agradecerle, adorarle y amarle juntos.
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