Devocionales – Usando Nuestra lengua Para Bendecir

«Porque: El que quiere amar la vida Y ver días buenos, Refrene su lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño» (1 Pedro 3:10).

Hace algunos años, Dr.  Albert H.  Cantril, maestro de la Universidad de Princeton, realizó una serie de experimentos para demostrar como los rumores corren rápidamente.  Llamó seis alumnos a su gabinete y, pidiendo silencio absoluto, informó que el Duque y la duquesa de Windsor estaban planeando frecuentar una cierta clase de danza de la universidad.  Dentro de una semana, esta historia completamente ficticia alcanzó casi todos los alumnos en el campus.  Las autoridades de la ciudad telefonearon para la universidad, exigiendo saber por qué ellos no habían sido enterados.  las agencias de noticias estaban frenéticamente telefoneando en busca de detalles.  Dr.  Cantril observó: «Y fueron rumores regalados.  Los difamadores corren mucho más rápido.»

Aquello que hablamos puede causar serias consecuencias en la vida de una persona.  Cuando comentamos de manera áspera alguna cosa con respecto a alguien, cuando desmerecemos sus valores, cuando exponemos un secreto a nosotros confiado, cuando hacemos comparaciones que inferiorizan un determinado amigo, podemos estar causando un mal que puede durar largo tiempo o hasta mismo para siempre.  Una simple palabra puede destruir completamente una vida.

Dios espera que de nuestra boca salga apenas bendiciones.  Si sabemos que lo que hablamos puede correr rápidamente por muchos lugares, aprovechemos para hablar de amor, para hablar de alegría, para hablar de fe y esperanza, para elogiar los amigos, para sembrar felicidad.  Cuando hablamos de Jesus, nuestro Señor y Salvador, podemos transformar vidas desesperadas, consolar corazones aflictos y desanimados, erguir lugares destruidos, mostrar el Camino a los perdidos.

Si los rumores de lo que hablamos rápidamente estarán en oídos de todos, tratemos de predicar el Evangelio del Señor y los resultados serán grandiosos para los que oigan y también para nosotros, que cumplimos la voluntad de Dios como Sus hijos amados.