Era un gran día para Heriberto; festejaban su despedida porque se jubilaba. Durante el refrigerio que se le ofreció, el jefe de su sección echó un vistazo a los 27 años que Heriberto había trabajado como constructor en la empresa. Eran palabras de reconocimiento por su fidelidad y amabilidad. A continuación se contaron anécdotas; sus colegas le dieron un regalo como recuerdo.

Como de costumbre se expresaron muchos buenos deseos.

Finalmente Heriberto se despidió de cada uno y todos volvieron al trabajo. Pero cuando llegó adonde estaba Bernardo, éste tomó un calendario bíblico de su escritorio y le dijo: –Deseo para usted una buena salud, que le vaya bien en todo… pero ante todo que tenga la vida eterna en el Señor Jesucristo.

Inicialmente Heriberto quedó perplejo, pero luego dijo: –Ah, yo sé, usted pertenece a una congregación cristiana. –En este almanaque, agregó Bernardo, usted podrá leer cómo se obtiene la vida eterna. Por supuesto, deseo que pueda gozar de una larga y agradable jubilación. Pero debemos ser realistas. Con sus sesenta años ya pasó la mitad de su vida. Entonces es importante saber lo que viene después de esta existencia. Esto también incumbe a los jóvenes, no sólo a los pensionados.

Con estas palabras le entregó el calendario. Pensativo, Heriberto le respondió: –Es cierto, a mi edad las cosas pueden cambiar rápidamente. ¡Muchas gracias! Leeré el calendario. Y se despidieron. ¿Habrá aceptado Heriberto el don de gracia de Diosí