De Mañana…

«Oh Señor, de mañana oirás mi voz; De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré» (Salmos 5:3).

Un caballero, teniendo un compromiso para encontrar al Presidente Lincoln a las cinco horas de la mañana, llegó quince minutos antes de la hora. Mientras esperaba la hora marcada, oyó, en la sala del lado, una voz cual si alguien estuviese conversando. Preguntó al asistente: «¿Quien está en la sala al lado?» «Es el Presidente, señor», contestó el asistente. «¿Alguien está con él?» el caballero preguntó.
«No; él está leyendo la Biblia.» «¿Él tiene ese hábito tan temprano, por la ¿mañana?» «Sí, señor, pasa todas las mañanas, de las cuatro hasta las cinco horas, leyendo las Escrituras y orando.»

¿Cuáles son nuestros hábitosí Con lo que nos hemos comprometido? ¿Cómo le gusta iniciar su día? El Presidente americano tenía la sabia costumbre de gastar un tiempo, antes de los compromisos políticos, en la presencia del Señor, para que su día fuese plenamente bendito.

Cuando pedimos a Dios para dirigir todos nuestros pasos y actitudes, no corremos el riesgo de cometer errores y ni de arrepentirnos por una decisión equivocada. Él nos muestra siempre el camino correcto y nos llena de sabiduría para que todo salga de la mejor manera posible.

Si necesitamos salir a trabajar, nada mejor que oremos al Padre pidiendo que nos guarde en el trayecto hasta nuestro empleo y para que todo nuestro día sea victorioso. Si salimos para hacer unas compras, coloquemos en las manos del Señor nuestras necesidades, para que nos lleve a los lugares indicados y para que no seamos engañados por propagandas engañosas.

Sea cual sea el compromiso a cumplir, presentemos todo en el altar de Dios. Ésta es la mejor manera de que comencemos el día. Y todos los días serán muy felices cuando en oración, pidamos que nos acompañe a todos los lugares.

¿Ha leído la Biblia y orado, por la mañana, antes de cualquiera otra cosa?