El hombre siempre ha andado a la b?squeda de la seguridad, de evitar riesgos y de tener todo bajo control. Pr?cticamente hoy día no existe ninguna instituci?n de humana que no tenga algún contrato con una compañ?a de seguros de vida. Buscamos una seguridad para nuestra vida que a veces se convierte en una obsesi?n. Dicho esto, más de alguno podr?a preguntarse pero, ¿qué asegura la vida eterna? Ya desde los tiempos de Jesís los hombres buscaban esta seguridad y Cristo no la niega, pero es claro: esforzaos porque nos es f?cil alcanzarla.

El secreto para encontrar la paz en Jesís la encontramos en una respuesta que Él da a una pregunta similar cuando dice: Para los hombres la salvaci?n es imposible pero para Dios todo es posible. Por tanto, el secreto lo encontramos en la fe. Nuestra salvaci?n es don que hay que pedir con constancia y fe a Dios pues es ante todo un don de Dios. No nos cansemos por tant o de luchar, de estar atentos, de orar porque cuando menos lo pensemos nos llegar? la hora de dar cuentas. Confiemos en la gracia de Cristo y ayudemos al triste a confiar en Él. Los cristianos estamos llamados a vivir por el Espíritu Santo, en el Espíritu y por medio del Espíritu. El nos da fortaleza para vivir de acuerdo con los designios de Dios. SÉlo por medio del Espíritu podemos amar y servir a Dios y al prójimo. ¡Qu? alentador es saber que el Espíritu Santo está siempre intercediendo por nosotros! (Romanos 8,26 – 27) El toma nuestros anhelos y deseos más rec?nditos, incluso aquellos que no sabemos cómo expresar en la oración, y los presenta al Padre en una forma que es coherente con la voluntad de Dios en una situación determinada. Por el Espíritu Santo, el Padre Dios contesta oraciones que ni siquiera sabemos cómo hacer.

Señor, Dios m?o, ¡m?rame, resp?ndeme, llena mis ojos de luz! ¡Que no caiga yo en el sueño de la muerte! ¡Que no diga mi enemigo: Lo he vencido! ¡Que no se alegre si yo fracaso! (Salmo 13,3 – 4)