Cristianos En los Buenos Y Malos Momentos

«Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15:5).

«Sus peores días nunca serán tan malos que usted no pueda alcanzar la gracia de Dios y sus mejores días nunca serán tan buenos que usted no necesite la gracia de Dios.» (Colleen Spencer)

Ésa es nuestra realidad y si la comprendemos, sea cual sea la circunstancia, siempre seremos muy felices. El Señor es todo para nosotros y no anhelamos estar lejos de él en ningun momento . Cuando enfrentamos luchas, Está a nuestro lado, peleando para asegurarnos la victoria. Cuando las tempestades se abaten contra nuestras vidas, Él las disipa y hace brillar nuevamente el sol sobre nuestros caminos.
Cuando nuestros días son de paz y tranquilidad, Camina de manos dadas con nosotros, feliz con nuestra alegría.

Muchas veces vivimos distantes de Dios por creer que no precisamos de él. Confiamos en nuestra sabiduría, en nuestra fuerza y en nuestra capacidad. Actuamos según nuestro modo de pensar y, si no conseguimos alcanzar los objetivos, reclamamos de todo y de todos, especialmente de Dios, olvidándonos de que nosotros lo excluimos de nuestros planes.

Y cuando todo sale bien para nosotros y las victorias son constantes, en la mayoría de las veces llamamos a los amigos y hacemos una fiesta, conmemorando con un «yo lo conseguí«.
Proclamamos todas nuestras virtudes y capacidad y no recordamos de que «pedimos la bendición del Señor» y nuestra conquista aconteció a causa de Su intervención.

Si queremos realmente alcanzar la felicidad, no podemos abdicar de la presencia del Señor con nosotros. Él es lo más importante que hay en nuestras vidas, tanto en los buenos como en los malos momentos. No sabemos hacer nada sin Él. No queremos hacer nada sin Él.

Él es todo para mí… siempre. ¿Y para usted?