Reflexión: Televisión Espiritual ¿enchufada o desenchufada?

«Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano» (1 Corintios 15:58).

Un esposo, sentado al lado de su esposa en la iglesia, se aproxima más de ella, durante el sermón del ministro, y le dice bajito:

«Debería estar en la televisión». «¿Tu crees que es tan bueno así?» pregunta su esposa. «No», dijo él, «pero, si él ¡estuviese en la televisión, por lo menos yo podría desenchufarlo!»

Aprovechando la historia bien humorada de nuestra ilustración, me gustaría meditar en la siguiente cuestión:

Las personas que están a nuestro al rededor se alegran con nuestras actitudes o, si pudiesen, también gustarían que estuviésemos en la televisión, o solo ¿para poder desenchufarnos?

El testimonio del cristiano debe ser siempre agradable, contagiante, animador, lleno de brillo y alegría. Nuestras vidas necesitan alumbrar, traer paz a los corazones, bendecir el ambiente donde nos encontramos. Es necesario que estimulemos a los amigos a querer saber más de Dios y no alejarlos aún más del Padre celestial.

Cuando nuestras vidas son apagadas, nulas, negativas, quejosas y sin sal, las personas se muestran sin interés espiritualmente y se sienten bien cuando se alejan de nosotros.

Cuando nuestro rostro brilla por la presencia de Cristo, cuando nuestras manos se apremian a ofrecer amor, cuando nuestras palabras son llenas de regocijo y dicha, todos anhelan estar a nuestro lado, conversar con nosotros, conocer más y más de la satisfacción que reina en nuestros corazones.

Como hijos fieles del Dios Altísimo, las personas tienen ganas de relacionarse con nosotros, durante todos los días, en todas las circunstancias. Somos un bálsamo de paz y tranquilidad para sus vidas y una vitrina que les muestra el camino de los Cielos y de la vida eterna.

Si nuestra vida fuese una televisión espiritual, seríamos ¿desenchufados o nos mantendrían enchufados?