«...QUISIERA PARTIR Y ESTAR CON CRISTO, LO CUAL SERÍA MUCHO MEJOR…» (Filipenses 1:23 NTV).

¿Qué pasa cuando muere un creyente? – Parte 4

Por mucho que te guste la casa donde vives ahora, siempre hay un anhelo en el fondo de tu corazón por un lugar que llames tu «hogar». Más aún si has nacido de nuevo y eres parte de la familia redimida de Dios.

Este mundo tiene hermosas costas y bellos paisajes, pero muy adentro anhelamos, como el apóstol Pablo, estar con nuestro Padre y con nuestra familia en nuestra morada celestial.

«Para mí, vivir significa vivir para Cristo y morir es aún mejor… Estoy dividido entre dos deseos: quisiera partir y estar con Cristo, lo cual sería mucho mejor…» (Filipenses 1:21-13 NTV).

Dejar esta vida para estar con Jesús es, según Pablo, «mucho mejor».¿Mejor que qué? ¡Mejor que todo! Nada de lo que hay aquí es comparable con lo que te espera allí. «Para aquellos que lo aman, Dios ha preparado cosas que nadie jamás pudo ver, ni escuchar ni imaginar» (1 Corintios 2:9 TLA). 

Si te preguntas cómo va a ser la transición cuando nos muramos aquí tienes la respuesta: «Volverá entonces el polvo [nuestro cuerpo] a la tierra, como antes fue, y [nuestro] espíritu volverá a Dios, que es quien lo dio»(Eclesiastés 12:7 NTV).

Nuestros cuerpos «…durmieron en Cristo…» (1 Corintios 15:18). Nuestros espíritus, donde habita Dios, volarán a su presencia y tendrán «plenitud de gozo y delicias a [Su] diestra para siempre»(Salmo 16:11).

Mientras esperamos, anhelando nuestros mejores días, las huestes celestiales están ensayando el espectáculo más extraordinario de todas las generaciones:

la majestuosa segunda venida de Cristo en compañía de nosotros, con nuestros cuerpos glorificados. Digamos: «¡Ven, Señor Jesús!»(Apocalipsis 22:20).

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