«QUÍTENSE DE VOSOTROS TODA AMARGURA, ENOJO, IRA…» (Efesios 4:31)

La Amargura en la Biblia

A un hombre le mordió una serpiente de cascabel y lo llevaron al hospital de urgencia. Allí el paciente le preguntó al médico: ‘¿Es mortal la mordedura?’, a lo que el doctor respondió: ‘La mordedura, no pero el veneno sí’. Las «mordeduras» que sufres a manos de otros son hirientes y dolorosas, pero no son mortales. Las cosas que te suceden por lo general no te destruyen; pero lo que ocurre en tu interior después de eso, sí puede hacerlo. Como si fuera veneno, la amargura primero envenena tu mente y luego tus relaciones con los demás. Hace que vuelvas a repetir en tu mente la herida hasta que ésta acaba controlándote y robándote el futuro que Dios tenía planeado para ti. Aunque en realidad no tendría por qué ser así; tú puedes sobreponerte a la amargura. Dios dice: ‘Deja de ser amargo e iracundo con los demás’; y Él te dará la gracia para que cumplas lo que te pide.

Cuando Pedro le preguntó a Jesús: «…¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano…? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: -No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete» (Mateo 18:21-22). En otras palabras: «Perdona y sigue perdonando hasta que la ofensa no te duela». ¿Qué es lo que da lugar a la amargura? La ira que se ha asentado en tus pensamientos. Pero Dios quiere que cuando sientas enojo te motives a acudir a Él para recibir de su poder para resolver los problemas y evitar que se hagan permanentes. Resolver el problema te alivia de la ira, sin embargo cuando sigues fijándote en ‘quién me hizo esto’ la ira puede convertirse en amargura constante, haciendo de ti una persona hostil, crítica, acusadora y excesivamente severa. A lo mejor te preguntas: ‘¿Puedo, de verdad, controlar mi ira?, la respuesta es que con la ayuda de Dios sí puedes; puedes estar en control de tus reacciones y de tu comportamiento y hacer desaparecer el enojo. «…El fruto del Espíritu es… dominio propio…» (Gálatas 5:22-23 LBLA). No lo olvides!!