«AL QUE SOLAPADAMENTE INFAMA A SU PRÓJIMO, YO LO DESTRUIRÉ.» (Salmo 101:5)

Hablando el lenguaje de Dios la palabra de Fe – Parte 3

A Dios le molesta cuando le alabas el domingo y trates muy mal a alguien el lunes. Santiago dice que «…esto no debe ser así» (Santiago 3:10b). La calumnia tiene su raíz en el orgullo, de una actitud que, de hecho, dice: «Yo tengo razón, y todos los demás están equivocados». Recuerda: «Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero Jehová pesa los espíritus» (Proverbios 16:2).

Demasiada gente acude en tropel a los altares de las iglesias buscando la sanidad de aquellas heridas que otros creyentes les han causado. La crítica quebrantó sus espíritus.

Una maestra de la Biblia muy conocida escribe: «Pasé por un tiempo en que intenté superar mi tendencia a chismorrear. Pero aun así, solía contar los chismes a mi esposo. Aunque sabía que él jamás los iba a divulgar, pronto me di cuenta que al revelarle esas cosas, estaba envenenando su espíritu. Fue entonces cuando decidí cambiar lo que salía de mi boca». ¡Qué ejemplo!

Lo que dices de alguien en un momento de descuido puede cambiar para siempre la manera como otros lo van a ver. Sé de un pastor que dice a todos sus nuevos miembros: «Si oyen a otro miembro hablar mal de alguien, párenle los pies inmediatamente, y díganle:

‘Disculpa: ¿Quién le dañó, le ignoró, o le despreció? Vamos a orar juntos para que Dios le dé su paz, pero no vamos a permitir que hable de personas que no están aquí presentes y que no pueden defenderse'».

Noventa y nueve veces de cada cien el problema se corta así... ¡o el chismoso se larga! Pablo escribe: «…con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor…» (Efesios 4:2).

No permitas hoy que el enemigo use tus palabras para herir a otros.