«…LOS QUE ESPERAN EN EL SEÑOR…» (Isaías 40:31)
Aprende a esperar en Dios
La palabra «esperar» (wait en inglés) sugiere dos imágenes diferentes. La primera es la de un camarero sirviéndote a la mesa, atendiendo tus necesidades. La segunda es hacer una petición a un juez o alguien en autoridad. Tu éxito dependerá de la manera en que te diriges a ellos y su disposición a concederte lo que pides. Puesto que ellos ostentan el poder, tienes que ser paciente y esperar sus decisiones. ¿Te das cuenta? Nuestro problema es doble: Por un lado, queremos que Dios nos sirva, en lugar de lo contrario; por otro, no queremos tener que esperar por nada. Conducimos al trabajo escuchando la radio y hablando por teléfono -y algunos hasta ponen su vida y la de otros en peligro mandando mensajes de texto-. Vance Havner destaca que en el Lejano Oeste si alguien perdía la diligencia, se decía: ‘No importa, pasará otra dentro de tres o cuatro semanas’. Ahora hasta nos impacientamos en las puertas giratorias.
Lo que Dios hace en ti mientras esperas es a menudo más importante que lo que tú estás pidiéndole a Dios. Esperar en Dios conlleva recompensas que ninguna otra cosa puede ofrecer. Eh aquí algunas de ellas:
1) Eres vindicado
«No te impacientes a causa de los malignos ni tengas envidia de los malhechores… Deléitate asimismo en el Señor y Él te concederá las peticiones de tu corazón» (Salmo 37:1-4).
2) Eres fortalecido.
«Espera en el Señor, sé fuerte, ten firmeza; pon tu esperanza en el Señor» (Salmo 27:14 BLP).
3) Eres liberado.
«…Esperé al Señor… y me hizo sacar del pozo de la desesperación…» (Salmo 40:1-2). Entonces, descansa, espera en el Señor y en el momento propicio Él se manifestará en medio de tu situación.
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