«… DANIEL MISMO ERA SUPERIOR … PORQUE HABÍA EN ÉL UN ESPÍRITU SUPERIOR . . .» (Daniel 6:3)

La excelencia en la Biblia

Horace Mann fue uno de los hombres más notables en el campo de la enseñanza. Era abogado, no profesor, entró en la política en 1837 y llegó a ser presidente del Senado del estado de Massachusetts. Fue un hombre con visión, y vio grandes posibilidades de desarrollar un sistema de educación pública para la nación. Siempre que tenía oportunidad de hablar, instaba a llevar a cabo mejoras en la enseñanza.

Como resultado de sus peticiones se creó en Massachussets -como «experimento» – la primera Junta estatal de educación de la nación. Cuando se le ofreció el cargo de director de la Junta, sus amigos – que pensaban que su carrera profesional en la política podría llevarle a ser presidente de los Estados Unidos – le instaron a que renunciara. Sin embargo, Mann aceptó. El comentario que hizo a sus amigos decepcionados quedó para la historia: «¡Si el título no tiene la suficiente categoría, tendré que ser yo quien se la dé!».

El trabajo no solamente tenía poco prestigio, sino que el sueldo anual de 1.500$ era tan sólo una pequeña parte de lo que hubiera ganado como abogado. Respecto a esto, dijo: «Una cosa está clara – si vivo y tengo salud, haré más de 1.500$ de bien». Y lo hizo. Desde su cargo, proporcionó al estado de Massachusetts un sistema de escuelas públicas que muchos otros estados adoptaron, bendiciendo a millones de niños hasta ahora y en lo porvenir.

Escucha: «Daniel era superior a estos sátrapas y gobernadores, porque había en él un espíritu superior…» (Daniel 6:3). Tu título no determina tu potencial… ¡tu espíritu sí! Si llevas la empresa o trabajas como guarda, enseñas en una clase o cuidas de una familia en casa, no existen trabajos insignificantes, sólo personas que los perciben como tal, y ellos se convierten en insignificantes al enfocarlos así.