Cada año, la ciudad lanza sobre su atmósfera 2.600.000 toneladas de contaminantes de las cuales 2 millones o el 78 por ciento corresponden a las emisiones producidas por el parque automotor. El estudio del DAMA que contiene estas impresionantes cifras nos ubica como la tercera ciudad más contaminada de América Latina y la número 34 de 110 ciudades a nivel mundial. No puede sorprender, entonces, el aumento de las enfermedades respiratorias, particularmente entre los más vulnerables, niños menores y adultos mayores.

En la actualidad, hay aproximadamente 900.000 automóviles particulares con edad promedio de 15 años que transportan solamente al 20% de los pasajeros mientras que Transmilenio, 20.162 buses y busetas (edad promedio 20 años) y 54.000 taxis movilizan al resto. Lo más grave es que cada año ingresan casi 50.000 carros nuevos a circular en Bogotá con lo cual el parque privado se duplicará a 1.800.000 unidades en sólo 13 años.

La situación se torna cada vez más complicada. Al impacto sobre la salud y la calidad de vida de los bogotanos, debemos sumar el efecto sobre los bolsillos de los contribuyentes. Para darle cabida en la malla vial a ese elevado número de automóviles nuevos y sin esperanza de disminuir la congestión, la ciudad tendría que construir unos 500 kilómetros de vías anuales para lo cual, desde luego, no hay espacio ni recursos suficientes. Sólo pensemos en vías arterias de 20 carriles para ver que no es materialmente posible ni recomendable.

Ante esta crítica realidad, la administración viene adelantando un programa de chatarrización de buses de servicio público con más de 20 años de servicio al cual le ha prendido el acelerador el gobierno actual. Una medida similar para los taxis fue inexplicablemente modificada por el Congreso de la República y, en la actualidad, al cumplir su vida útil, en vez de chatarrizarse, pasan al servicio particular. Las ciclo-rutas sólo animan a unos pocos ciclistas que deben enfrentar la excesiva contaminación. Ya se anuncian medidas como el aumento en la ya alta restricción del ?pico y placa?. Después serán días completos en la semana y no solamente el día anual sin carro.

Ha llegado la hora de propuestas nuevas y audaces. Es necesario establecer un límite al crecimiento del parque automotor privado en Bogotá. Ello sería posible mediante la concertación de una política integral de chatarrización que incluya los siguientes elementos: 1. La exigencia de chatarrizar un automóvil de más de 20 años de servicio como requisito para poner en circulación un vehículo particular nuevo. Así, cada carro * Ex Auditora General de la República nuevo reemplaza uno existente, sin afectar los derechos adquiridos de los propietarios actuales ni de los fabricantes y concesionarios quienes podrían encargarse de gestionar este nuevo servicio. 2. Medidas complementarias para evitar la evasión por la vía del registro del vehículo nuevo en otro municipio. 3. Incentivos para los adquirentes de vehículos privados nuevos como sería la reducción o hasta eliminación del pico y placa por espacio de uno o dos años para minimizar el impacto sobre la demanda.

Todos ganaríamos con un esquema semejante. Los dueños de carros obsoletos, que son los que mayores emisiones emiten y más afectan la movilidad, tendrían comprador para su vehículo que hoy no tiene salida. Los adquirentes de carros nuevos pagarían los costos de la chatarrización del vehículo que reemplazan, que no son elevados en comparación con el precio del nuevo; pero podrían disfrutar de su automóvil sin restricción alguna por un tiempo. Todos ahorraríamos en salud, tiempos de viaje e impuestos y valorizaciones, defendiendo el ambiente sano y la calidad de vida de nuestra ciudad. Estaríamos chatarrizando para poder respirar.

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