Si algo buscamos los hombres de hoy día es precisamente el ejemplo de aquellas personas que nos predican y nos enseñan verdades con su propia vida. Tal vez estamos cansados de escuchar lo que no debemos hacer pero tal vez también hemos visto poco lo que es más conveniente hacer. Juan el Bautista, cuando fue el caso, denunció con intrepidez el mal, cosa que cuando afecta a personas poderosas, suele traer consecuencias negativas. Ahora en los despachos de los poderosos se toman decisiones sobre la vida de los pobres y parece que nada puede detenerles; se dictamina, se aplastan derechos, se mata, se contaminan tierras, se cometen injusticias, se roba, se engaña. A veces parece que los intereses de los que detentan el poder nunca van a ser los intereses de la justicia y de la paz, y todo por satisfacer a intereses personales y mezquinos. La injusticia de Herodes sigue produciéndose día a día. Hoy nosotros también amonestamos las leyes humanas que no respetan la vida o no favorecen el derecho a la vida de todas las personas, sean enfermos o sanos, nacidos o no nacidos. Y al igual que el Bautista, también somos criticados y perseguidos.