Faraón, el gran rey de Egipto, retenía prisionero y esclavo al pueblo hebreo (Éxodo 5-12). Dios envió a Moisés para liberar al pueblo, pero Faraón no quiso escucharlo; entonces Dios hirió a Egipto con diez juicios terribles. Mas el rey continuó en su obstinación y rebeldía contra Dios, y no quiso dejar salir al pueblo hasta que Dios lo obligó a hacerlo. Rebelde hasta el final, pereció ahogado en el mar Rojo con todo su ejército.

       Dios trabaja para hacer de mi vida como un lienzo bordado. Yo veo sólo el revés: hilos anudados y cortados. Mas él tiene una visión del conjunto, pues trazó el dibujo: los hilos negros resaltan los colores vivos. Dios es soberano, infinitamente bueno y sabio. Conozco su amor: me dio una prueba maravillosa al enviar a la tierra a Jesús, su Hijo unigénito, quien murió en mi lugar para que mis pecados fuesen borrados por su sangre. Yo estaba perdido, lejos de Dios, mas Cristo me salvó de la muerte eterna y me acercó a él.

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