Estimados(as) amigos y amigas:
  
  Quisiera compartir mi opinión respecto al actual momento político.
  
  Es apreciable el entusiasmo que los seguidores de la candidatura del Pastor Lay todavía manifiesten a estas alturas del proceso electoral. Eso demuestra su lealtad a un proyecto que intenta ser ético y humanista. Eso es respetable.
  
  No obstante, creo que la comunidad evangélica y, cristiana en general, no puede ni debe quedarse encerrada en lo que sucede al interior de ella. He visto que en muchos espacios evangélicos se sigue dialogando sobre Éla participación cristiana en la política?, ?el rol de los evangélicos en la política?, etc. circunscribiéndose únicamente a la opaca presencia de algunos ciudadanos evangélicos en diversas listas parlamentarias. La participación política no es sólo de ellos; es principalmente de las masas evangélicas que, reconozcámoslo, no votarán mayoritariamente por los candidatos evangélicos. No lo han hecho antes y menos lo van a hacer ahora.
  
  Como lo he mencionado en otras ocasiones, la mejor forma de visibilizar una presencia cristiana en la política nacional es hacer presencia, como individuos, en los cuadros dirigenciales de los movimientos políticos nacionales, regionales y locales. Como un conjunto de personalidades que influya en las decisiones de los diversos movimientos políticos que tienen posibilidades reales de dirigir los destinos del país. ¿Qué cristiano evangélico está en una posición influyente en alguno de los cinco partidos que encabezan las encuestasí Es una muestra de que nos queda todavía esa mentalidad de ghetto, del ?zanahoria aislado?, que sólo participa con sus ?hermanitosí y teme, por negligencia o mediocridad, ingresar a las grandes ligas.
  
  Ante la ausencia de esa presencia, creo que en el momento actual, la principal tarea que queda para los líderes eclesiásticos y también para los líderes de opinión evangélicos es orientar a los ciudadanos evangélicos a un voto razonado y responsable. Esa inmejorable oportunidad de influencia que nuestros líderes tienen en sus templos, salones o células, debe ser aprovechada para guiar a los fieles evangélicos a pensar bien su voto.
  
  Finalmente, y lanzo esto como opinión absolutamente personal y debatible, creo importante tomar nuestras precauciones frente al proyecto autoritario, intolerante, fascista, violento, retrógrado, militarista, machista y antidemocrático que representa el movimiento de Ollanta Humala. Aquí creo que no es cuestión de posiciones políticas o económicas. Estamos ante un proyecto que abiertamente proclama el fin de la democracia, de las libertades, y del respeto al individuo. Es un proyecto éticamente subalterno y culturalmente incivilizado. No pretendo que todos y todas estén de acuerdo con mi posición, pero creo que es importante que los liderazgos evangélicos tomen una posición frente a esta amenaza contra la democracia. No volvamos a repetir lo del 90, dándole el voto a un aventurero; o, peor aún, mostrando una indiferencia complaciente ante su ascenso.
  
  Juan Fonseca
  Cristiano evangélico y ciudadano peruano

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