La cara de Raulito brillaba y sus ojos chispeaban de contento. "¡Este
es el mejor regalo que jamás me ha tocado!" exclamó mientras
acariciaba a su perrito. Por cierto, el animalito nunca habría ganado
premio en ninguna exposición. Una oreja era más corta que la otra y
tenía la apariencia de haber sido rajada, quizás en alguna pelea, y
por esa razón se llamaba Retazo. Sin embargo, Raulito amaba a
perrito, y ¿qué importa lo demásí

Más tarde en el día los dos salieron a jugar, pues vivían en una
parte de campo en la cordillera, cerca de un bosque bastante
grande. "Mamá me dijo que no me alejara de la casa porque vamos a
comer temprano, pero podemos entrar un poco en el bosque." Raulito
frotaba suavemente la nariz del perro mientras hablaba.

Luego el cielo se oscureció con negras nubes, se levantó un fuerte
viento y empezó a chispear. Retazo corría de un lado a otro,
contentísimo de poder jugar en un bosque nuevo para él. Ya corría
tras un pájaro que parecía reírse de él, ya seguía un conejo que
saltaba de la mora, y Raulito de los dos trataba de alcanzarlos. De
repente el conejo, viendo un cerco que al otro lado tenía bastante
mora donde podía esconderse, se lanzó a través de él y desapareció.

Pero el pobre Retazo corría tan rápido que no pudo detenerse, y metió
su cabeza en el cerco con tanta fuerza que quedó tomado en la malla y
alambre de púa. Daba lástima oir los gemidos del perrito, y Raulito
trató de librarlo pero fue inútil. Se había oscurecido, una tempestad
se levantaba y ya empezaba a llover.

El niño pensó volver a casa para buscar ayuda, pero al dar unos pasos
en la negrura que le envolvía, se dio cuenta de que estaba perdido.
Lleno de terror, volvió donde el perro, se tiró al lado y le abrazó
sollozando. Raulito pensaba en el versículo de la Biblia que había
aprendido recientemente en la escuela dominical: "Hijos, obedeced a
vuestros padres."

"¡Oh, si hubiera hecho caso a Mamá cuando me dijo que no me alejara
de la casa!"

Un leve movimiento y una queja de parte de Retazo hicieron que el
niño levantara la cabeza; asustado, él vio una luz que se movía. De
veras, era una luz, y a pesar del ruido de los árboles que parecían
bailar con el viento, él sentía una voz.

"Raulito, Raulito, ¿me oyesí ¿Dónde estásí"

Retazo gritaba cuando Raulito se levantó. "¡Aquí estoy, al lado del
cerco!" gritó mientras trataba de acercarse a la luz. Estaba mojado y
tiritaba del frío, pues ya llovía torrencialmente.

"Oh, Tío Carlos, ¿cómo me encontró?" El niño le abrazaba y lloraba
descontrolado. Dentro de poco el tío soltó a Retazo. Les llevó a casa
de Raulito se cambió ropa, y mientras se calentaba a la orilla del
fuego, dijo: "Pero, Tío, yo pensaba que usted estaba en su casa.
¿Cómo vino aquí a encontrarme?"

"Yo venía a caballo del fundo El Sauce, y pasaba frente a tu casa
cuando salió tu mamá para decirme que tú habías desaparecido y creía
que habías ido al bosque. Así que me bajé del caballo y vine a
buscarte. Con la linterna, de vez en cuando pude seguir tus pasos
donde habías pisado el barro, y por fin te encontré por los gritos de
tu perrito."

"Tío, ¡usted es como el Buen Pastor de la Biblia! Él salió a buscar
la oveja perdida hasta que la encontró."

"Sí," replicó el tío, "hay un verso en Lucas 19.10 que dice que el
Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había
perdido. El Salvador te busca y quiere que tú le dejes salvarte de
tus pecados. ¿Te entregas a él?"

Por largos minutos Raulito se quedó sentado cerca del fuego,
acariciando a su perrito y pensando acerca del Buen Pastor quien vino
a buscar a pecadores perdidos como él.

Extraido de www.parabolas.net