En estos días me viene mucho a mente una cierta obra famosa de  un pintor europeo entre los siglos XVIII o XIX. En ella, una alta autoridad de la institución eclesiástica (por favor léase literalmente) de ese tiempo está colocando la corona a un nuevo rey. Asumo, como harán muchos de ustedes, que los ?Té Deum? y ceremonias por el estilo que vemos en Lima cuando un nuevo presidente accede al poder, son reminiscencia y herencia de todo ese boato desplegado por la alianza entre autoridades políticas y eclesiásticas europeas de entonces.

Nada realmente ?malo? hasta allí (no sé de las intenciones del pintor al retratar semejante escena). Es sólo que ?no dejo de lamentarlo- tales alianzas casi nunca ?y si alguien sabe de otra cosa me lo cuenta, pero con Biblia en mano por favor- fueron para instaurar la verdad y la libertad que supuestamente el Cristianismo propone para toda sociedad, y que además se instauran educando a esas sociedades, como la misma historia del Cristianismo nos lo muestra, y no con alianzas de poder desde Élo alto?. Ciertos maestros míos de análisis político a quienes sigo con interés llaman a eso la  ?? sacralización (falsa)[1] de sociedadesí: Usar símbolos en nombre de Dios para reafirmar un sistema cerrado de poder.

Hoy como nunca, el tema de la iglesia (término que realmente necesita una urgente redefinición) aunque no es nuevo, es el rol de los cristianos  en la esfera política.  Pero la verdad de la desastrosa condición de nuestra sociedad peruana ?es decir, los cristianos no hemos establecido la supuesta diferencia- debería conducirnos, en relación a ese rol, a una gran pregunta: Si estamos entendiendo cómo y de acuerdo a qué debemos ejercerlo. Parece ser un mal constante el olvidar de dónde debemos obtener doctrina y praxis. Por algo, el profeta Jeremías, siempre mostrando malestar hepático ante la situación nacional denuncia terquedad, engañosa ilusión y corrupción. Y nosotros debemos respondernos con honestidad si hay ¿entre nousí la actitud que provoca el cambio social, la que trae la justicia en términos de solución a la pobreza, la explotación, el desempleo, la inequidad. Si no hay esos resultados ?y la pobreza y miseria, material y moral,  de los cristianos que llenan las iglesias debe ser usada como indicador- obviamente no estamos aún en la actitud correcta. 

Espero que los evangélicos (definamos mercado) no hagan ?Café Deum?, como lo llama una amiga mía, inteligente y graciosa, ante el nuevo régimen por instaurarse este año, ya que este sigue siendo en cualquier caso, parte del mismo ?status quo?, ni más, ni menos. No pongamos coronas a quienes llegan al poder porque no ha habido quién enseñe a nuestro pueblo lo que es correcto, es decir ?by default? (el menos malo), ni mucho menos empuñemos cruces ni extendamos alfombras rojas ante quienes juran sobre una Biblia con la más insultante indiferencia a su contenido. Si hay algo que deba caracterizar a los verdaderos cristianos es que, sabiendo a Quién servimos, y para qué, nunca nos inclinemos ante (ni pactemos con) los reyes de la tierra.

Ana Roncal V.

Presidente ? Centro de Gobierno