Historias Con Reflexión: Dejando el cielo entrar

«No soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó por mí.» (Gálatas 2:20).

Un hombre pobre, considerado loco, vivía en tumbas en Minneapolis, EE. UU., y todos le temían. Un día recibió una visita especial. Jesús se encontró con él, expulsó todos los espíritus malignos que habitaban en él y lo liberó por completo. En ese hombre había demonios suficientes para llenar un rebaño de cerdos y suficientes cerdos para llenar el mar.

Ahora liberado, ese hombre comienza a regresar a casa. A medida que se acerca, sus hijos lo ven por la ventana y gritan con labios temblorosos: «¡Mamá, papá está volviendo a casa!» La madre, al oír a los niños, exclama: «Entonces cierren las ventanas y aseguren las puertas porque su padre es un loco». Todas las ventanas y puertas fueron cerradas. Los niños continuaron mirando por las grietas de las ventanas y decían: «Mamá, no parece el papá, pero sigue avanzando hacia nuestra casa». La madre refuerza lo que había dicho: «Manténganse bien quietos porque no es su pobre papá quien está allí».

De repente, un suave toque en la puerta y una voz que no se había oído en años: «Mary, abre la puerta y déjame entrar. Vi a Jesús de Nazaret y Él me liberó. Deja que entre y seré un buen esposo para ti y un buen padre para los niños». La puerta luego se abrió por completo y cuando ese esposo y padre entró, el cielo fue traído adentro de la casa con él.

Relatos similares a este son atestiguados en miles de hogares en todo el mundo. Personas destruidas, fracasadas, dominadas por vicios, sin perspectivas de un futuro digno, arrojadas a los márgenes de la sociedad, pero que experimentaron un encuentro con el Salvador Jesucristo y se transformaron en nuevas criaturas, dejando atrás las sombras en las que vivían y pasando a brillar en un nuevo camino de alegrías y victorias.

Nada se pierde cuando aún tenemos la posibilidad de mirar hacia arriba, abrir el corazón e invitar al Señor a cambiar el rumbo de nuestros días. Todo es posible para Dios y Él siempre está dispuesto a levantarnos y vestirnos con nuevas prendas de felicidad.

Si sientes que las cosas no van bien en tu vida, deja que Jesús entre en tu casa y la gloria del cielo esparcirá un perfume de felicidad que durará por toda la eternidad.

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