La persona de Jesucristo

En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 1 Juan 4:9-10.

Para que el hombre recuperara su relación con Dios, Dios se hizo hombre en Jesucristo. Perfectamente Dios y perfectamente hombre, Jesús fue lo que nosotros hubiéramos tenido que ser en esta tierra: un hombre dependiente de Dios, obediente, exento de defectos y que sólo hacía el bien.

Su obra. Su perfección, insoportable para sus contemporáneos, fue la causa de su rechazo: se le hizo morir en una cruz. Pero esta perfección lo calificó para pagar ante Dios la inmensa deuda moral generada por el pecado del mundo.

Colocado entre el cielo y la tierra, fue desamparado por Dios, cuya voluntad hacía, y rechazado por los hombres a quienes venía a salvar. No obstante, habiendo sido satisfecha la justicia divina y apaciguada su ira contra el pecado, Dios lo resucitó, lo hizo sentar a su diestra y lo estableció cómo Juez de vivos y muertos (Hechos 10:42).

La salvación que ofrece. Si Dios, que es santo, sólo fuera un juez perfecto e inflexible, no tendríamos ninguna esperanza de ser salvos. La Biblia lo afirma claramente.

Pero Dios es el Dios de los milagros: lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios. Con base en la obra de Jesucristo en la cruz, Dios decidió otorgar su perdón a todo aquel que se reconoce culpable y cree en su Hijo.