Números 22:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Los hijos de Israel por fin, habían, terminado su vagar por el desierto del que habían subido (Núm 21:18), y estaban ahora acampados en las llanuras de Moab, cerca del Jordán, donde continuaron hasta pasar el río conducidos por Josué, después de la muerte de Moisés.

I. El pánico que sobrecogió a los moabitas ante el avance de Israel (vv. Núm 22:2-4). A pesar del parentesco y la amistad entre Abraham y Lot, los moabitas decidieron destruir a Israel si podían, sospechando, sin ningún motivo para ello, que los israelitas tenían intención de destruirlos a ellos. Bien dice el antiguo refrán: Piensa el ladrón que todos son de su condición. Y no sólo se preparan para la lucha, sino que comunican sus temores a sus vecinos, los ancianos de Madián, a fin de tomar juntos las medidas pertinentes para su común seguridad. Los moabitas tenían muchos motivos para procurar la amistad de Israel y venir en su ayuda; pero, al haber abandonado la religión de su antepasado Lot, y habiéndose hundido en la idolatría, odiaban al pueblo del Dios de Abraham.

II. El plan que maquinó el rey de Moab para obtener su objetivo: Que el pueblo de Israel quedase maldito, es decir, que Dios se pusiese en contra de Israel. Confiaba más en sus artes que en sus armas, y se había imaginado que, si podía hacerse con algún profeta o encantador que, con sus hechizos poderosos, imprecase el mal contra Israel, y pronunciase bendición sobre sí y sus menguadas huestes, entonces, aun siendo débil, podría habérselas con éxito con aquel ejército temible. Este concepto tenía su base: 1. En restos de algún sentido religioso, puesto que demuestra reconocimiento de cierta dependencia de algunos poderes soberanos, visibles o invisibles, que gobiernan el destino de los hombres. 2. En algunas ruinas de la religión verdadera, pues si los madianitas y los moabitas no hubiesen degenerado perversamente de la fe y del culto de sus devotos antepasados Abraham y Lot, no habrían podido imaginar que era posible maquinar el mal por medio de sus maldiciones, contra un pueblo que era el único en permanecer fiel al servicio del Dios verdadero, de cuyo servicio ellos mismos habían desertado.

III. Las dádivas y el galanteo adulador que Balac hizo a Balaam hijo de Beor, un famoso conjurador, para contratarle a fin de que maldijese a Israel. Este Balaam vivía muy lejos, en el país del que salió Abraham y en el que vivía Labán. Petor aparece como Pitru, ciudad de Mesopotamia, que se menciona en las inscripciones babilónicas y egipcias. Para ganarse a Balaam, Balac: 1. Le hace su amigo. 2. En realidad, le hace su dios, por el gran poder que atribuye a su palabra.

IV. El freno que Dios pone a Balaam, prohibiéndole que maldiga a Israel. Balaam da hospedaje a los mensajeros y se toma una noche de tiempo para considerar lo que va a hacer y recibir instrucciones de Dios. (v. Núm 22:8). En aquella noche, Dios le habla, probablemente en sueños, y le pregunta quiénes son aquellos huéspedes y qué han venido a hacer. Dios ya lo sabe, pero quiere oírlo de los labios de Balaam. Éste le hace un resumen del asunto que llevaban entre manos (vv. Núm 22:9-11) y, después de oírle, Dios le manda que no vaya con ellos, ni se atreva a maldecir al pueblo que es bendito de Jehová (v. Núm 22:12). Dios, no sólo le prohíbe marchar a donde está Balac, sino también maldecir al pueblo, lo cual él podía intentar hacer a distancia; la razón que Dios le da es: Porque bendito es.

V. El regreso de los mensajeros sin Balaam. 1. Balaam no transfiere con fidelidad a los mensajeros la respuesta de Dios (v. Núm 22:13). Sólo les dice: Jehová no me quiere dejar ir con vosotros. No les dijo, como era su deber, que Israel era un pueblo bendito, y que de ninguna manera debía maldecirlo.

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