Josué 5:13 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Hasta ahora hemos visto que Dios le hablaba con frecuencia a Josué, pero no hemos leído que le ofreciese ninguna manifestación visible de su gloria. Ahora que las dificultades iban a aumentar, también iban a aumentar proporcionalmente los medios con que Dios quería animarle.

I. Vemos primero el tiempo en que Josué fue favorecido con esta visión. Fue inmediatamente después de terminar las solemnidades de la circuncisión y de la Pascua. Las manifestaciones especiales de la divina gracia son de esperar cuando vamos por el camino recto del cumplimiento de nuestro deber.

II. El lugar donde tuvo la visión. Fue cerca de Jericó (v. Jos 5:13). Allí estaba Josué, al parecer solo, sin miedo al peligro, porque estaba seguro de la protección divina. Piensan algunos que estaba meditando y orando. Quizás echaba un vistazo a la ciudad y calculaba la estrategia para tomarla. Fue entonces cuando Dios vino a instruirle. Nótese que Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos. Dice el adagio latino: Vigilantibus, non dormientibus succurrit lex: «La ley socorre a los que velan, no a los que duermen». Josué se hallaba en su puesto como general, cuando Dios mismo vino a él y se presentó como Generalísimo.

III. La aparición misma. 1. Josué, como suele ocurrir con los que se hallan concentrados en su ocupación, estaba mirando al suelo, cuando de repente quedó sorprendido por la presencia de alguien que se paró a poca distancia de él, lo que le obligó a alzar la vista. Ahora bien, hay suficientes razones para afirmar que este varón era el propio Hijo de Dios en persona, Verbo eterno del Padre, el Cristo preencarnado, quien se aparecía frecuentemente en forma humana, antes de tomar una verdadera naturaleza humana, en la que murió, resucitó y está ascendido a la diestra del Padre. 2. Aquí se apareció en forma de soldado, con una espada desenvainada en la mano (v. Jos 5:13). A Abraham, en su tienda se le apareció como un viajero; pero a Josué, en el campo de batalla, como un hombre de guerra. Cristo es para los suyos aquello precisamente que ellos esperan y desean con fe. Vino a Josué para animarle a proseguir con valor y vigor, porque la espada desenvainada en la mano de Cristo denota cuán presto está para defender y salvar a los suyos, quienes por medio de Él podrán ser más que vencedores.

IV. La pregunta, sincera y franca, que Josué le hizo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? (v. Jos 5:13). Esto nos muestra: 1. Su gran valor y resolución, pues no se espantó con lo súbito de la aparición. 2. Su gran interés por el pueblo de Dios y por su causa. Parece ser que llegó a sospechar que fuese alguien de los enemigos. Solemos estar inclinados a mirar como contrarios a quienes, con frecuencia, son de los más amigos. Notemos también que la causa y la lucha entre israelitas y cananeos, entre Cristo y Belial, no admite neutrales. El que no está con nosotros, está contra nosotros.

V. Las señas que el aparecido dio de sí mismo (v. Jos 5:14): «No, no de vuestros enemigos, puedes estar seguro, mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora; no sólo como amigo vuestro, sino como el comandante en jefe vuestro». Es doblemente capitán, pues está al mando de las huestes de Israel y de las huestes celestiales que ayudan a las de Israel. Quizás es en alusión a esto por lo que se llama a Cristo el capitán (o autor) de nuestra salvación (Heb 2:10) y jefe y caudillo de las gentes (Isa 55:4).

VI. Josué se dio cuenta de inmediato de que el aparecido era persona divina, no humana, pues: 1. Le rindió homenaje de adoración: Se postró rostro en tierra y le adoró. Josué era el general de las fuerzas armadas de Israel, pero se rindió inmediatamente a Él como a su comandante supremo. 2. Le expresó su disposición a recibir de Él mandatos e instrucciones: ¿Qué dice mi Señor a su siervo? La primera pregunta de Josué estaba llena de valor y franqueza, esta segunda estaba llena de piedad y obediencia. Su humildad, lejos de redundar en desprestigio de Josué, era una muestra de la grandeza de su carácter. Incluso las cabezas coronadas han de rendirse ante el trono del Señor Jesús, quien es el Rey de reyes (Sal 2:10-11; Sal 72:10-11; Apo 19:16). (A) La relación que Josué reconoce entre él mismo y Cristo: Que Cristo es el Señor, y él es un siervo bajo su mando; que Cristo es su capitán, y él es un soldado a su servicio, para hacer cuanto Cristo le mande (V. Mat 8:9). (B) La pregunta que le hace conforme a la relación que le liga a su Señor: ¿Qué dice mi Señor …?; esta pregunta implica un ferviente deseo de conocer la voluntad de Cristo, y una gozosa prontitud y resolución de ponerla por obra. Este temple de ánimo le muestra como perfectamente equipado para el puesto que ocupa, ya que los que mejor saben cómo obedecer son los mejor dispuestos para saber cómo mandar.

VII. Las posteriores expresiones de reverencia que este capitán divino requiere de Josué: (v. Jos 5:15): Quita el calzado de tus pies. Ésta era una señal de reverencia y respeto, como lo es entre nosotros el descubrirse la cabeza. Solemos decir de una persona por la que sentimos un afecto muy grande, que amamos hasta el suelo que pisa.

Siempre son apropiadas las expresiones externas de la reverencia interior; por eso nos las exige el Señor. Como muy bien observa en este punto el obispo Patrick, las mismas órdenes que Dios dio a Moisés desde la zarza ardiente (Éxo 3:5) las da aquí a Josué; como había estado con Moisés, iba a estar también con él (Jos 1:5).

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