2 Reyes 4:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Los milagros de Eliseo eran para utilidad, no por alarde. Este primero fue un acto de gran caridad. Tales eran también los milagros de Cristo, pues no eran sólo grandes portentos, sino también grandes favores para las personas en quienes los obró.

I. Eliseo escucha amablemente la queja de una pobre viuda. Era viuda de un profeta; por donde vemos que los profetas se casaban igual que los sacerdotes. En todos es honroso el matrimonio (Heb 13:4), y es compatible con las profesiones más sagradas. Por lo que se nos da a entender de la querella de esta mujer (v. 2Re 4:1), vemos:

1. Que su marido, siendo uno de los hijos de los profetas, sería bien conocido de Eliseo.

2. Que tenía reputación de hombre piadoso, uno de los 7.000 que no habían doblado la rodilla ante Baal. La tradición rabínica lo identifica con el Abdías de 1Re 18:3 (¿se debía, en ese caso, su pobreza a la generosidad que había desplegado para salvar la vida a los profetas de Jehová perseguidos por Jezabel?)

3. Que había muerto. Quienes están investidos del espíritu de profecía no están, por eso mismo, libres de los golpes de la muerte.

4. Que había muerto no sólo pobre, sino endeudado. No había contraído sus deudas por prodigalidad ni por vida disipada, pues era temeroso de Jehová. Si, como hemos notado, se trata del propio Abdías, se explican fácilmente las deudas a causa de su generosidad. También los creyentes pueden contraer deudas por imprudencia, ya que los hijos de luz no siempre son sabios para las cosas del mundo.

5. Que los acreedores se mostraban muy severos con ella. Tenía dos hijos que eran el sostén de su viudez, pero se los iban a llevar para servir durante siete años (Éxo 21:2) a fin de pagar de este modo la deuda. En este apuro la pobre viuda acude a Eliseo, al depender de la promesa de que la descendencia del justo no se verá abandonada.

II. Alivia completamente la situación de esta pobre mujer y obra un milagro por el que no sólo podrá pagar sus deudas, sino también mantenerse a sí misma y a su familia. No la proveyó de una cantidad de dinero, o de cualquier otro artículo, con la que hacer frente a la situación presente, sino que le puso en las manos el negocio de vender aceite.

1. La instruyó sobre lo que había de hacer, y consideró su caso (v. 2Re 4:2): «¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa». Lo único que tenía era una vasija de aceite. Si no la hubiese tenido, el poder divino la habría provisto al crear lo que no existía; pero, al tener esto, le multiplicó lo que tenía, enseñándonos a sacar el mejor partido posible de lo que ya tenemos. El profeta que sabe que la mujer estaba bien considerada por sus vecinas, le manda pedir prestadas vasijas vacías, no pocas (v. 2Re 4:3), que se encierre en casa con sus hijos y llene todas las vasijas con el aceite de la vasija. El aceite se multiplicaría al echarlo, así como la ración de harina y de aceite de la otra viuda (1Re 17:14.) se multiplicaba al gastarla. El modo de incrementar lo que tenemos es usarlo; al que tiene le será dado.

2. Así lo hizo ella, creyó firmemente en el poder y en la bondad de Dios y por obediencia al profeta de Dios. Se asombran al ver su vasija, como una fuente de agua viva, que siempre fluye y siempre llena.

3. El aceite continuó fluyendo mientras hubo vasijas vacías para recibirlo. Dios da más de lo que le pedimos: si hubiese más vasijas, siempre hay en Dios bastante poder para llenarlas todas; bastante para todas y bastante para cada una.

4. El profeta le dice lo que tiene que hacer con el aceite (v. 2Re 4:7). (A) Debe vender el aceite a quienes tengan suficiente dinero para pagarlo. (B) Con el dinero de la venta podrá pagar sus deudas. Una de las leyes fundamentales de nuestra religión es que devolvamos a cada uno lo que le pertenece. (C) Del dinero que quede han de vivir ella y sus hijos mientras no tengan otro medio de vida. (a) Los que se ven en apuros de esta clase han de animarse a confiar en Dios y tendrán para comer, aunque no tengan para banquetear. Es cierto que no hemos de esperar milagros como éstos, pero sí hemos de esperar favores de la providencia de Dios si buscamos primero el reino de Dios y su justicia. (b) Por otra parte, aquellos a quienes Dios ha concedido abundancia de bienes, sepan usarlos para la gloria de Dios en beneficio de los necesitados, siempre bajo la dirección de la Palabra de Dios.

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