Salmos 18:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El salmo lleva una larga inscripción, que forma el versículo 1 en la Biblia Hebrea, en la que, por tanto, el salmo tiene 51 versículos, en lugar de 50. Solamente es de notar aquí que David es llamado, en esta inscripción, el siervo de Jehová, como lo fue Moisés. Mayor honor era para David ser el siervo de Jehová que el rey de Israel; y así lo llamaba Dios mismo (2Sa 3:18; 2Sa 7:5, 2Sa 7:8).

I. David canta victoria por el apoyo que recibe de su Dios y expresa el amor que tiene a su ayudador (v. Sal 18:1): «Te amo, oh Jehová, fortaleza mía». El verbo hebreo indica un afecto entrañable, y la frase es como un epígrafe que compendia el contenido de todo el salmo. El interés en el amado es el deleite del amante y, por eso, David se detiene con gusto en pulsar esta cuerda de su lira (v. Sal 18:2): «Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador, etc. ¡Todo lo que necesito en la presente situación!»

II. Se dispone luego a engrandecer a Dios por las liberaciones que ha llevado a cabo a favor suyo, a fin de estar mejor dispuesto para continuar sus alabanzas.

1. Cuanto más inminente y amenazador es el peligro del que fuimos librados, tanto mayor es el favor de la liberación. David recordaba ahora las fuerzas de sus enemigos sueltas contra él y las llama (vv. Sal 18:4, Sal 18:5): «cuerdas (lit.) de muerte», «torrentes de maldad» (hebr. beliyaal), «ligaduras del Seol», «lazos de muerte», epítetos sinónimos que se acumulan para dar mayor expresividad.

2. Cuanto mayor ha sido nuestro anhelo, en oración, de que Dios nos librase, y cuanto más directa ha sido la respuesta de Dios a nuestras oraciones, tanto mayor es la obligación que tenemos de ser agradecidos. Así era en el caso de David. Hallamos en él un hombre orante, y en Dios un Dios escuchante de las oraciones de los suyos.

3. Cuanto más maravillosa es la manifestación de Dios en cualquier liberación, tanto mayor es dicha liberación; así eran las liberaciones llevadas a cabo en favor de David, por lo que él describe con la mayor magnificencia la manifestación de la presencia y de las perfecciones de Dios en esas liberaciones (vv. Sal 18:7.). En ellas, muy poco es lo que se ve de los hombres, y mucho lo que se ve de Dios, quien llegó a sacudir la tierra y hacerla temblar, etc. (v. Sal 18:7), expresiones simbólicas de una actuación extraordinaria por parte de Dios, propias del lenguaje apocalíptico. Las imágenes son de una belleza imponente: La ira de Dios era tan «ardiente» que salía humo de su nariz y fuego de su boca; los carbones expresan los relámpagos salidos de la densa nube (v. Sal 18:8). Siempre en la misma línea antropomórfica, Dios inclinó los cielos (v. Sal 18:9), es decir, abrió la bóveda celeste, y al inclinar parte de ella como una especie de compuerta, descendió teniendo densas nubes por pedestal. Es conocida la imagen del Dios «Jehová que está sentado entre querubines» (por ej. Sal 80:1; Sal 99:1), los cuales aparecen también, como aquí, en movimiento (comp. con Eze 10:1-22). Cabalgando sobre un querubín, vemos a Dios volando sobre las alas del viento (v. Sal 18:10). Todo ello, para mostrar su disposición a defender la causa de los suyos y llevarles rápidamente liberación. Aquí, como en la obra de la redención de la humanidad, no envió un ángel, sino que vino Él mismo en persona. ¿Qué oposición, qué obstrucción, podía encontrar quien de esta manera tan majestuosa se aprestaba a librar a su siervo? Venía envuelto en tinieblas (v. Sal 18:11) y, sin embargo, desde la oscuridad de su escondedero hace brillar la luz de la salvación (Isa 45:15). Su gloria es invisible (v. 1Ti 6:16); no sabemos el camino que toma, incluso cuando viene a nosotros por sendas de misericordia, pero, aunque sus designios sean secretos, son benévolos. Como en el caso de Jos 10:10. y Jue 5:20 (cántico de Débora), Dios lanzó contra los enemigos de David todo el aparato eléctrico de una gran tormenta (vv. Sal 18:12-14). El escenario es parecido al que contempló Moisés en el Sinaí.

4. Cuanto mayores son las dificultades que se cruzan en el camino de la liberación, tanto más gloriosa es (vv. Sal 18:16, Sal 18:17). David aparece aquí asaltado por sus enemigos, que se aprovecharon de su situación digna de lástima (v. Sal 18:18), hasta tenerle como hundido en lo profundo del mar (v. Sal 18:16), pero, como en la liberación de los israelitas a través del mar Rojo, Dios, con un resoplido del aliento de su nariz, dividió las aguas hasta poder verse el fondo del mar (v. Sal 18:15) y, del aprieto y estrechura en que le tenían sus enemigos, Dios sacó a David de allí, a pesar de que sus enemigos eran más fuertes que él (v. Sal 18:17).

5. Lo que realmente coronó la magnificencia de la liberación de David fue la libertad que Dios le otorgó (v. Sal 18:19): De aquel como «fondo del mar» (v. Sal 18:15), en que David se hallaba por la persecución de sus enemigos Dios le sacó a lugar espacioso, espacio de libertad, donde no sólo podía moverse a su gusto, sino también prosperar en él. Ello no se debió a ningún mérito ni esfuerzo de David, sino únicamente a la libre y soberana gracia de Dios: «Me libró porque me amaba» (v. Sal 18:15).

Al leer y cantar estos versículos, bien podemos aplicarlos al Hijo de David, Jesucristo: Los dolores de la muerte le rodearon: en su apuro, oró y lloró a gritos (Heb 5:7); Dios hizo que la tierra temblara como con dolores de parto (Hch 2:24, a la luz de Mat 27:51-53), que se quebrasen las rocas y que Él saliese, por la resurrección, a un lugar espacioso, pues Dios se había deleitado en Él y en su obra.

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2 COMENTARIOS

  1. De gran bendición, impresionante el Dios todo poderoso.
    Su salvación es sobrenatural, que El Eterno les siga usando con poder.
    Gracias por éste manantial en este desierto de herejías y extracciones de la Palabra.