Salmos 33:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Salmos 33:12 | Comentario Bíblico Online

1. Hemos de dar a Dios la gloria por su providencia ordinaria para con todos los hombres:

(A) Todos los hombres están bajo su mirada, no sólo en su exterior, sino también en lo más recóndito del corazón de ellos, con todas sus motivaciones, incluidas las que escapan al nivel consciente de la propia persona (vv. Sal 33:13, Sal 33:14). No sólo los ve, sino que los observa atentamente desde lo alto. No es extraño, pues Él modeló el corazón de cada uno; por eso, conoce a fondo todas sus acciones (v. Sal 33:15. Comp. Sal 139:1, Sal 139:14).

(B) Todos los poderes de las criaturas dependen de Él, y sin Él no sirven para nada (vv. Sal 33:16, Sal 33:17). Toda la fuerza del más numeroso y mejor equipado ejército, de nada sirve sin la ayuda de Dios: ni salva la multitud de soldados (v. Sal 33:16), ni el vigor y la bravura de los más valientes (v. Sal 33:16), ni el vigor y la rapidez de movimientos de los caballos (v. Sal 33:17). En la antigüedad, se estimaban tanto los caballos de guerra, que Dios prohibió que los reyes de Israel aumentaran para sí caballos (Deu 17:16), no fuese que se sintiesen tentados a confiar en ellos y menospreciaran la ayuda que debían esperar de Dios. David inutilizó en cierta ocasión los caballos del enemigo (2Sa 8:4), pero aquí todos los caballos del mundo son declarados inútiles (v. Sal 33:17) para salvar sin la ayuda de Dios.

2. Hemos de dar a Dios también la gloria por sus gracias especiales (v. Sal 33:12): «Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová». Señal de gran prudencia es haber escogido por Dios a Jehová, y tener la dicha de haber sido escogidos por Dios para ser el pueblo de su heredad, al que protege, cultiva y mejora, como hace un hombre con la heredad que le ha caído en suerte o ha recibido de sus mayores (v. Deu 32:9). Dios mira a todos los hombres con ojos de observación (vv. Sal 33:14, Sal 33:15), pero a quienes le temen los mira con ojos de favor y complacencia. Mientras que aquellos que ponen su confianza en armas y ejércitos, en carros y caballos, perecen decepcionados en sus ilusiones, el pueblo de Dios, bajo la protección de su Padre Celestial, está a salvo, pues Él los librará de bajar al sepulcro, aun cuando parezca que no hay más que un paso entre ellos y la muerte (1Sa 20:3). Y si no los libra de la muerte corporal los librará de la muerte espiritual y eterna, de modo que siempre vivirán para alabarle, tanto en esta vida como en la otra. Les sostendrá la vida en tiempo de hambre (v. Sal 33:19). Cuando fracasen los medios naturales, Dios hallará un medio u otro para socorrerles. Hemos de observar los caminos de su providencia y acomodarnos a ellos (v. Sal 33:20): «Nuestra alma espera en Jehová», en su misericordia (v. Sal 33:22), «porque en su santo nombre hemos confiado» (v. Sal 33:21), y en ese nombre, en Dios, se alegrará nuestro corazón (v. Sal 33:21). Nuestra esperanza en Dios no ha de sustituir, sino reanimar y alentar, nuestra oración; por eso concluye el salmo con una breve, pero fervorosa e inteligente plegaria (v. Sal 33:22): «Sea tu misericordia, oh Jehová, sobre nosotros, según esperamos en ti». Como si dijese: «Haz que tengamos siempre el consuelo y el beneficio de tu misericordia, no conforme a nuestros méritos, sino conforme a la esperanza que tenemos en ti, según las promesas que nos has hecho en tu Palabra y según la fe que has obrado en nosotros mediante tu Espíritu y tu gracia».

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