Salmos 38:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El título de este salmo es «Para hacer recordar» (el verbo está en la forma causativa activa Hiphil nota del traductor ). La misma expresión aparece en el título del salmo Sal 70:1-5.

1. Pide a Dios que aparte de él su ira (v. Sal 38:1): «Jehová, no me reprendas en tu furor …». Aun cuando Dios nos reprenda y castigue, es posible que no lo haga con enojo y furor, pues eso es como hiel y ajenjo en medio de la aflicción. Quienes deseen escapar de la ira de Dios, han de orar por ello más que por cualquier otra aflicción que puedan sufrir, y estar contentos con soportar cualquier otra aflicción que les pueda sobrevenir, si ésta procede del amor, no de la ira, de Dios.

2. Se lamenta amargamente de las manifestaciones del desagrado de Dios contra él (v. Sal 38:2): «Porque tus saetas (comp. Deu 32:23; Job 6:4; Lam 3:12, Lam 3:13; Eze 5:16) se han clavado en mí, y sobre mí está pesando tu mano». Bajo estas metáforas expresa el salmista la enfermedad que le aflige, como lo aclara, ya sin metáforas, el v. Sal 38:3: «Nada hay sano en mi carne, etc.». La amargura que le causaba la enfermedad no era lo peor; desfallecía su corazón (v. Sal 38:8) y gemía quejumbrosamente, al tiempo que olvidaba su bravura de soldado, su dignidad de rey y el gozo del dulce cantor de Israel.

3. Reconoce su pecado como causa de todos sus males y gime bajo el peso de su culpa más que por el peso de cualquier otra aflicción (v. Sal 38:3): «No hay reposo en mis huesos, a causa de mi pecado». A ello se debe la indignación de Dios (v. Sal 38:3), que David reconoce como justificada y bien merecida, pues continúa (v. Sal 38:4): «Porque mis iniquidades han sobrepasado mi cabeza, como las bravías olas del mar sobre una persona que se está hundiendo; como carga pesada gravitan sobre mí más de lo que puedo soportar». El pecado impide a los hombre elevarse y avanzar. «Hieden y supuran mis llagas», continúa David, como una herida infectada a la que no se ha prestado el necesario cuidado; y eso, «a causa de mi locura» (v. Sal 38:5). Los pecados son heridas (Isa 1:6); heridas mortales y dolorosas. Aun la más leve herida de éstas si se descuida, puede tener fatales consecuencias cuando falta el arrepentimiento.

4. David gime a causa de sus aflicciones y da salida a sus penas derramando sus quejas en la presencia del Señor: (A) Su mente se hallaba turbada, su conciencia estaba dolorida y no encontraba reposo para su espíritu, pues ¿quién puede soportar un espíritu herido? Se veía encorvado, abatido en gran manera (v. Sal 38:6), debilitado y molido (v. Sal 38:8). (B) Estaba enfermo y débil de cuerpo, con una llaga semejante a la de Ezequías, con fiebre e inflamación (v. Sal 38:7): «Porque mis lomos están ardiendo de fiebre, y nada hay sano en mi carne». La enfermedad puede destemplar el cuerpo más fuerte y vigoroso. David era famoso por su valentía, pero cuando Dios contendió con él por medio de la enfermedad y de la impresión que su ira hizo en la mente de él, su corazón desfallecía y se hizo más débil que el agua. (C) Sus amigos se portaban muy mal con él (v. Sal 38:11): «Mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mi llaga y mis allegados (sus parientes) se han alejado», a pesar de que seguramente su enfermedad nada tenía de infecciosa.

5. En medio de sus quejas, se consuela con el pensamiento de que Dios toma nota de sus aflicciones lo mismo que de sus oraciones (v. Sal 38:9): «Señor, delante de ti están todos mis deseos, y mi suspiro no te es oculto». Como si dijese: «Tú conoces las bendiciones por las que suspiro y el peso que me abate».

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