Salmos 42:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Las quejas y los consuelos se turnan aquí, como el día y la noche en el curso de la naturaleza.

1. El salmista se queja de la depresión de su espíritu, pero se consuela con el pensamiento de Dios (v. Sal 42:6). Tenía el alma abatida y va a decírselo a Dios: Dios mío, mi alma está abatida en mí. Había recordado con frecuencia a Dios, y eso le había consolado, por eso, recurre ahora al mismo expediente. Se halla ahora en la tierra del Jordán, etc. Pero adondequiera iba, su devoción a Dios iba con él. Se acordaba de Dios en todos aquellos lugares y a Él levantaba el corazón, para mantener una secreta comunión con Él. Ni la distancia ni el tiempo le hacía olvidar lo que tan íntimamente llevaba en el corazón.

2. Se queja de las señales del desagrado de Dios hacia él, pero se consuela con la esperanza de que Dios le devuelva su favor a su debido tiempo.

(A) Veía que sus aflicciones provenían de la ira de Dios, y eso le desanimaba (v. Sal 42:7): «Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas». El escenario en el que se movía le sugería poderosamente la magnitud de la tribulación que le aquejaba. El deshielo repentino de las alturas del Hermón producía enormes aludes de nieve que descendían con estrépito de truenos. Todo este despliegue de las fuerzas de la naturaleza le hacía pensar en el alud de la presente tribulación que le abrumaba. Que no se extrañen las almas piadosas cuando son ejercitadas por Dios con diversas pruebas y tribulaciones. Dios sabe muy bien lo que hace, y ellas lo sabrán también después.

(B) Esperaba que su liberación vendría por obra de la misericordia de Dios (v. Sal 42:8): «Pero de día mandará Jehová su misericordia». Después de la tempestad vendrá la calma, y la perspectiva de ésta le sostenía cuando un abismo llamaba a otro abismo en prolongado eco. Ve el favor de Dios como la fuente de todo el bien por el que suspiraba. No dice el texto que Jehová enviará su misericordia, sino que la mandará, es decir, le dará orden de que acuda en socorro del salmista. Es una orden libre, pero soberana, de Dios. No podemos pretender que la merecemos, sino que se nos otorga por pura gracia de la regia soberanía de Dios. Al ordenar a su misericordia que acuda en ayuda del salmista, Dios ordena también a las olas y a las ondas del versículo Sal 42:7 que cedan y se apacigüen. Esto lo hará Dios de día, pues la misericordia de Dios hará alborear el día en el alma a cualquier hora. Pero también por la noche estará con él el cántico de Dios, y con Dios la oración del salmista; se cierra así continuamente el circuito espiritual entre Dios y el alma devota. Llama a Jehová «el Dios de mi vida», pues en Él vivimos, y nos movemos y existimos (Hch 17:25, Hch 17:28). Así que, ¿a quién acudir en oración, sino a Él?

3. Se queja de la insolencia de sus enemigos, pero se consuela en que Dios es su amigo (vv. Sal 42:9-11). No prorrumpe en expresiones irreverentes, sino que derrama sus lágrimas en silencio, y por esto no podemos hacerle ningún reproche; es un hombre amante de su país y de su Dios, y se ve forzado al destierro de su patria y del santuario; perseguido como si fuese un enemigo de ambos. Pero de nuevo vuelve el salmista a recordarse a sí mismo que no tiene motivos para seguir abatido (v. Sal 42:11). Podemos quejarnos a Dios, pero no podemos quejarnos de Dios. Repite el reproche que le hacían sus enemigos para desanimarle y hacerle perder la confianza en Dios (v. Sal 42:10), pero su consuelo está en que Dios es su roca (v. Sal 42:9), una roca donde edificar y donde refugiarse. A esta roca podía apelar, seguro de alcanzar audiencia. Por eso repite lo que había dicho en el versículo Sal 42:5, y concluye con lo mismo (v. Sal 42:11). Su fe sale vencedora y obliga a sus enemigos a abandonar el campo de batalla. Gana la victoria al repetir lo que había dicho antes, regañándose a sí mismo por su depresión y animándose a confiar totalmente en el nombre de su Dios. De mucho nos servirá pensar una y otra vez nuestros buenos pensamientos y, si no alcanzamos a la primera lo que deseamos, quizá lo conseguiremos a la segunda.

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