Salmos 49:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Salmos 49:6 | Comentario Bíblico Online

1. Descripción del espíritu y del camino de los mundanos, cuya porción está en esta vida (Sal 17:14). Una persona puede poseer abundantes riquezas temporales y, no obstante, sacar provecho espiritual de ellas si su corazón se ensancha con amor, gratitud, obediencia y generosidad para emplear las riquezas al servicio de Dios y en aliviar las necesidades ajenas; por consiguiente, no son las riquezas mismas las que hacen mundano al hombre, sino el apegar el corazón a ellas como a valores primordiales, y así es como se describe aquí a los mundanos (v. Sal 49:6): «Los que confían en sus bienes, y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan»; dependen de ellas como de la fuente de su dicha y seguridad. Su oro es su esperanza (Job 31:24) y así viene a ser su dios. Así explica nuestro Salvador la dificultad de salvarse los ricos (Mar 10:24): «¡Qué difícil es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas!» (v. 1Ti 6:17). «Dan sus nombres a sus tierras» (v. Sal 49:11), y así espera perpetuar su memoria; pero ¡frágil honor es el que descansa en un mero nombre! Además, lo más frecuente es que cambien de nombre las fincas cuando cambian de dueño. «Su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas» (v. Sal 49:11). El único consuelo que le queda al rico mundano es que sus propiedades quedarán en manos de sus descendientes de generación en generación, sin pasar jamás a manos ajenas.

2. Demostración de la necedad que esta mentalidad comporta. En general (v. Sal 49:13), «Este su camino es locura». Dios mismo declara necio al rico que pensaba almacenar bienes para mucho tiempo (Luc 12:19, Luc 12:20). El amor de las cosas mundanas es una enfermedad que la llevamos todos en la sangre, hasta que la cura la gracia de Dios. Pero, por grandes que sean los bienes que un rico posea, no puede salvar con ellos la vida de su mejor amigo, ni comprar una prórroga para el caso en que es inminente la ejecución de la sentencia de muerte (vv. Sal 49:7-9). La vida eterna es una joya demasiado cara como para que pueda comprarse con las riquezas de este mundo. No somos redimidos con cosas corruptibles como la plata y el oro (1Pe 1:18, 1Pe 1:19). Cristo hizo por nosotros lo que todas las riquezas del mundo juntas no podían hacer; Él se merece, pues, de nosotros mayor estima que ninguna otra cosa. Cristo hizo por nosotros lo que ningún hermano o amigo podía hacer; por tanto, los que aman a su padre o a su hermano, etc., más que a Él, no son dignos de Él. Hay personas ricas y sabias, políticos y potentados, que pueden hacer mucho bien, pero nada pueden ante la muerte; otras personas son necias e ignorantes quizá no hacen mucho mal, pero también serán arrebatadas por la muerte lo mismo que las personas sabias y ricas, que no pueden permanecer en su opulencia (v. Sal 49:12). Por muy alta que sea su posición, por muy grande que sea su poder, por altos que sean los honores que se le rindan, por variados que sean los placeres de que disfrute, no permanecerá; todas esas cosas, como su misma vida, son sombras huidizas. Su condición, a la hora de la muerte, será miserable en extremo. Mientras un hijo de Dios puede, con santa osadía preguntar a la orgullosa muerte: «¿Dónde está tu aguijón?», la muerte puede preguntar al orgulloso pecador: «¿Dónde está tu riqueza y tu pompa?» La belleza de la santidad es la única que el sepulcro, que consume toda otra belleza, no puede tocar ni empañar.

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