Salmos 50:16 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Después de instruir a su pueblo, por medio del salmista, sobre el método correcto de rendirle adoración, pasa Dios ahora a reprender a los malvados.

1. El cargo que les imputa. (A) Les acusa de usurpar las funciones y los privilegios de la religión (v. Sal 50:16): «¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes?», le dice al malvado. Esto es un reto a los que aparentan ser piadosos, pero son en realidad profanos, para mostrar que no están debidamente cualificados para declarar a otros la ley que ellos mismos no cumplen. Esta es la hipocresía de la que el Señor acusaba a los escribas y fariseos (v. por ej. Mat 23:1-39 y comp. con Rom 2:21, Rom 2:22), pero también tiene aplicación a todos los que profesan la piedad, pero practican la iniquidad, especialmente cuando son ministros de Dios y predicadores del Evangelio. (B) Les acusa de transgredir las leyes y preceptos de la religión (v. Sal 50:17): «Pues tú aborreces la corrección». Les gustaba instruir y corregir a otros, pues esto les nutría el orgullo, pero aborrecían ser ellos mismos corregidos, pues esto les proporcionaba humillación así que, para no verlas, se echaban a la espalda las palabras de Dios. (C) A continuación, especifica sus peores y más frecuentes crímenes: (a) el robo y el adulterio (v. Sal 50:18); (b) la persistencia en los pecados de la lengua (vv. Sal 50:19, Sal 50:20). La frase del versículo Sal 50:20: «Tomas asiento y hablas contra tu hermano» puede entenderse de dos maneras (nota del traductor): 1) como para hacer de juez, cuando no se tiene tal autoridad para juzgar a otros; ésta es la opinión del propio M. Henry; 2) para indicar que la difamación era un acto deliberado y bien calculado; así la explica el rabino doctor Cohen. Que lo de «hermano» se ha de tomar literalmente, no en el sentido amplio de «prójimo», lo prueba el doctor Cohen por el paralelismo de la segunda parte del versículo: «Contra el hijo de tu madre dices infamias».

2. La prueba del cargo que les hace (v. Sal 50:21): «Estas cosas hacías». El Dios que conoce, no sólo los hechos, sino también las intenciones del corazón, puede expresarse categóricamente: Los hechos eran demasiado evidentes para ser negados, y demasiado pecaminosos para ser excusados.

3. La paciencia del Juez, y el abuso que el pecador hace de esa paciencia: «Y yo he callado». Como si dijese: «Yo no te he parado los pies ni te he castigado, sino que te he permitido seguir tu curso; te he concedido prórroga, sin ejecutar de inmediato la sentencia que tus maldades merecían». Sin embargo, el texto hebreo admite otra traducción, aunque menos probable: «¿Y había yo de haber callado?» La paciencia de Dios es tanto más de admirar por el mal uso que el pecador hace de ella. Los pecadores suelen tomar el silencio de Dios por consentimiento, y la paciencia por connivencia y, por eso, cuanto más tardan en ser castigados, tanto más se les endurece el corazón.

4. La amable advertencia que les hace (v. Sal 50:22): «Entended ahora esto los que os olvidáis de Dios; considerad que Dios conoce vuestros pecados y toma buena nota de ellos, que la despreciada paciencia se volverá furiosa ira, pues si no consideráis esto ni mejoráis con ello vuestra conducta, os despedazará como un león (comp. con Ose 5:14), y no habrá quien os libre».

5. A todos se nos dan luego las instrucciones necesarias para que evitemos ese fatal destino. (A) El fin primordial del hombre es dar gloria a Dios, y aquí se nos dice que «el que ofrece el sacrificio de acción de gracias le glorifica, le honra» (v. Sal 50:23), ya sea judío o gentil, pues esos son los sacrificios espirituales en los que Dios se complace (v. Heb 13:15, Heb 13:16). Esos son los sacrificios que surgen del fuego del altar de un corazón que arde en afectos de sincera devoción. (B) El fin del hombre es también, en conjunción con la glorificación de Dios, llegar a ser feliz en íntima comunión con Él, y aquí se nos dice que al que ordena su camino, esto es, al que rectifica su conducta, le será mostrada la salvación de Dios. Vemos aquí un giro gramatical frecuente en hebreo, pues, al ser Dios el que habla, habríamos de esperar leer: «mi salvación». Buena es la expresión de gratitud, pero mejor es la vivencia de gratitud.

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