Salmos 56:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Varias son las cosas con que David se consuela en el tiempo de su miedo y sus apuros:

1. Se consuela en que Dios tomaba nota muy especial de sus huidas (lit. su vagar, esto es, su vida errante de un lado para otro). David era por ahora un joven de menos de treinta años; no obstante, había hecho muchos traslados: de casa de su padre a la corte, de allí al campamento, y ahora iban a caza de él como de una perdiz en los montes; pero se consolaba con el pensamiento de que Dios se percataba de todos sus movimientos y contaba todos los pasos que daba entre fatigas de noche y de día. Mientras andaba errante, iba con frecuencia llorando; por eso añade: «Pon mis lágrimas en tu redoma». Como si dijese: «No dejes que se evaporen y desvanezcan, ni que desaparezcan de tu vista, sino presérvalas una por una y tenlas en cuenta en tu libro, en tu libro de recuerdo » (Mal 3:16). Dios tiene redoma y libro para las lágrimas de los suyos y para los pecados de los malvados. Observa a los suyos con ternura y compasión, es afligido en sus aflicciones (v. Isa 63:9) y conoce a sus almas en la adversidad. Pablo recordaba las lágrimas de Timoteo (2Ti 1:4), y Dios no se olvidará de las penas de su pueblo, sino que los consolará conforme a la medida del tiempo en que los afligió y hará que quienes sembraron con lágrimas recojan con gozo. Lo que se siembra como lágrima brota como perla.

2. Se consuela en que sus oraciones tendrán poder para derrotar y desbaratar a sus enemigos, así como para obtener él mismo consuelo y ánimo (v. Sal 56:9): «Retrocederán, pues, mis enemigos el día en que yo clame; no necesito más armas que oraciones y lágrimas; esto sé, que Dios está por mí, esto es, de mi parte: para defender mi causa, protegerme y librarme; y si Dios está por mí, ¿quién puede estar contra mí hasta prevalecer?» (comp. Rom 8:31). El mejor modo de triunfar en esta lucha es hacerla de rodillas (Efe 6:18).

3. Se consuela en que su fe en Dios le pondrá a salvo de todo miedo al hombre (vv. Sal 56:10, Sal 56:11). Aquí repite, con mayor entusiasmo, lo que había dicho (v. Sal 56:4): «En Dios alabaré su palabra; es decir, dependeré con toda firmeza de su promesa en atención a quien la hizo. En Dios he confiado, sólo en Él y, por consiguiente, no temeré, ¿qué puede hacerme la carne? (lit. v. Sal 56:11), aunque muy bien sé lo que haría si pudiera» (vv. Sal 56:1, Sal 56:2).

4. Hace memoria de que está ligado a Dios por voto (v. Sal 56:12): «Te debo, oh Dios, los votos que te hice no como una carga que me pesa y deseo quitarme de encima, sino como un emblema del que me glorío . Habríamos de considerar como motivo de gozo los votos que hemos hecho a Dios y renovar junto a la Mesa del Señor los votos que le hicimos en nuestro bautismo ; y los pronunciados en diversas ocasiones, bajo convicción o bajo corrección, para cumplirlos cuanto antes.

5. También se consuela con el pensamiento de que todavía tendrá más oportunidades de dar gracias a Dios (v. Sal 56:12): «Te ofreceré sacrificios de acción de gracias». Esto formaba parte del cumplimiento de sus votos; pues es muy apropiado el que los votos de acción de gracias acompañen a las súplicas de favor y gracia, y cuando se ha recibido el favor ha de ser estimado como se merece, precisamente mediante la gratitud (v. Sal 56:13): «Porque has librado (de nuevo, el pretérito profético) mi alma (es decir, mi vida) de la muerte, que estaba a punto de agarrarme». Si Dios nos ha librado del pecado, ya sea, mediante la gracia preveniente, de cometerlo, ya sea, mediante la gracia del perdón, de su castigo, tenemos motivos para reconocer que ha librado de la muerte nuestra alma, pues la muerte es la paga del pecado (Rom 6:23). Sigue diciendo (probablemente, en pregunta, no para pedir información, sino como declaración enfática del resultado): «¿No (has librado) mis pies de tropezar?» Se apoya en lo que Dios ha hecho por él, para darle gracias de lo que todavía ha de hacer por él, y toma por sucedido lo que está por suceder. La última frase del salmo puede traducirse en forma afirmativa o mejor, al continuar la pregunta. «Andar delante de Dios en la luz de los que viven» equivale a llevar una vida iluminada por la presencia de Dios, en contraste con la oscuridad de una vida pecaminosa, que no es más que el preludio de las tinieblas del averno o del Seol.

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