Salmos 68:22 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos tenemos tres cosas:

1. La promesa que Dios hace de redimir a su pueblo y de la victoria que ellos obtendrán sobre sus enemigos (vv. Sal 68:22, Sal 68:23): «El Señor ha dicho, ha asegurado, aunque los enemigos se escondan en los montes o en lo profundo del mar, de Basán haré volver, haré volver de las profundidades del mar (lit.), para someterlos a castigo, humillación y destrucción, de forma que tu pie (el de su pueblo) se enrojecerá de sangre de tus enemigos y de ella la lengua de tus perros, como lo hicieron con la sangre de Acab. Tales frases quizá nos repugnen, pero eran proverbiales para expresar una justa venganza.

2. La bienvenida que el pueblo de Dios da a estos gloriosos descubrimientos de su gracia (vv. Sal 68:24-28): «Aparece tu cortejo, oh Dios, el cortejo de mi Dios, de mi Rey, en santidad». Una fe activa hace de Dios nuestro Dios y Rey. Cuando el pueblo ve el cortejo (lit. las salidas) de Dios, todo se organiza en procesión triunfal, a fin de bendecir a Dios por las victorias conseguidas. De los levitas se esperaba que condujesen tales procesiones (los cantores … los músicos) y a los lados («en medio de las doncellas» mejor que «en medio, las doncellas»), van doncellas con panderos. El salmista parece aludir al ejemplo de María y otras mujeres israelitas cuando celebraban la liberación de Israel tras el paso del mar Rojo (Éxo 15:20). Hombres y mujeres reciben por igual los beneficios de la redención y son por igual profetas para cantar las proezas de Dios (1Pe 2:9). Se invita a bendecir a Dios (v. Sal 68:26) a todos los que son de la fuente (lit.) de Israel, es decir, a todos los descendientes de Jacob, pero se destacan cuatro tribus: Benjamín, la menor (en cantidad, más aún que en edad) de las tribus que, junto con Judá, representaba al reino del sur. Se dice que Benjamín abría marcha (lit. les conducía o gobernaba), porque de esa tribu salió Saúl, el primer rey de Israel. Zabulón y Neftalí representaban al reino del norte; se les menciona en lugar de Efraín porque, en opinión de Cohen, fueron objeto de especial alabanza en el cántico de Débora (Jue 5:18). El poder del que dispone el pueblo de Dios ha sido mandado (no «enviado», sino «ordenado») por Dios, y a Dios pide el salmista que corrobore lo que ha hecho por su pueblo (comp. Flp 1:6). Toda nuestra fuerza viene de Dios, y su gracia completa lo que comenzó. El que esto sea un hecho no obsta para que pidamos a Dios que corrobore lo que ya está hecho. Los versículos Sal 68:28 y Sal 68:29 deben leerse del modo siguiente: «Tu Dios ha mandado tu fuerza; corrobora esa fuerza, oh Dios, que has producido a favor nuestro desde tu templo en Jerusalén, adonde los reyes te llevarán presentes». Desde su templo, donde se manifiesta especialmente su poder, Dios obra a favor de su pueblo, y allí se le presentan tributos en reconocimiento de sumisión (v. Sal 76:12).

3. El salmista pide luego que Dios continúe y corrobore las hazañas que ha llevado a cabo en favor de su pueblo; ya lo había hecho en los versículos Sal 68:28 y Sal 68:29; ahora (vv. Sal 68:30, Sal 68:31), con más fuerza. Nota del traductor: La mayor parte del salmo ha resultado dificilísima a los comentaristas antiguos, incluido M. Henry. Por eso, ha sido necesario apartarse de su comentario y seguir a los mejores modernos, tanto judíos como cristianos. El versículo 30 comienza literalmente: «Reprende a la bestia del cañaveral», es decir, al hipopótamo, símbolo de Egipto, el enemigo típico de Israel; los toros, con sus becerros de los pueblos, son los jefes de las naciones paganas, enemigas de Israel, que conducen a sus súbditos, y todos ellos que se someten al Divino Conquistador, humillados y dispuestos a pagarle tributo. La última frase del versículo Sal 68:30 puede ser un pretérito profético: «Ha dispersado, etc.», o un imperativo, como aparece en nuestras versiones; siempre resulta una oración muy apropiada en este mundo tan agitado por toda clase de violencias. Menciona en especial a Egipto y a Etiopía (v. Sal 68:31), como países de los que menos podría esperarse tributo y sumisión. Egipto, el enemigo tradicional de Israel vendrá a rendir tributo a la soberanía del Dios de Israel (comp. Isa 19:25). Etiopía, que antaño extendió sus manos contra el Israel de Dios (2Cr 14:9), ahora se apresurará a extender sus manos hacia el Dios de Israel, en oración y le pedirá perdón y benignidad: paz con Dios.

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