Salmos 73:21 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Se nos refiere ahora el beneficio que el salmista obtuvo de la tentación que había sufrido y que había estado a punto de hacerle caer.

1. Aprendió a pensar humildemente de sí mismo y acusarse ante Dios (vv. Sal 73:21, Sal 73:22): «Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas»; era como la «espina en la carne» de Pablo (2Co 12:7). El salmista reconoce que era su ignorancia lo que le había perjudicado (v. Sal 73:22): «Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti». Las bestias no alcanzan a ver más allá del breve espacio que contemplan (el suelo que pisan) y del tiempo presente en el que se mueven; nunca llegan a ver lo venidero. Así se ve él.

2. Aprovechó esta oportunidad para reconocer su dependencia de la gracia de Dios (v. Sal 73:23): «Con todo, yo siempre estoy contigo». No se siente dejado de la mano de Dios en la tentación, como antes se había imaginado. «Me tomaste de la mano derecha.» No se había dado cuenta antes de que, si los pies casi se le habían deslizado (v. Sal 73:2), no había llegado a caer porque Dios le sostenía de la mano. Si así somos sostenidos por Dios en nuestra vida espiritual, no tenemos motivos para quejarnos de las tentaciones, como tampoco de las adversidades.

3. Se animó a esperar que el mismo Dios que le había preservado de caer en la tentación, le preservaría también para su reino celestial (2Ti 4:18): «Me has guiado según tu consejo (o, tu propósito) y me recibirás después en gloria»; es decir con la mayor probabilidad me darás una posición honorable, en lugar de la humillación que ahora sufro de parte de los arrogantes. En efecto nota del traductor , como hace notar el Doctor Cohen, el vocablo «gloria» (hebreo, kabod), nunca dice en la Biblia referencia al más allá de la tumba. Por otra parte, el verbo laqaj (v. Sal 68:18) significa primordialmente «tomar», en el sentido de llevar a una persona a su destino, al lugar que se le ha asignado (v. por ej. Gén 48:1; Éxo 14:6). Entre los muchos modernos que niegan el carácter escatológico de este salmo, está mi antiguo profesor M. García Cordero, famoso escriturista. «El salmista dice M. Henry se daba cuenta de que había pagado muy caro seguir sus propios pensamientos durante la tentación y, por tanto, resuelve tomar el consejo de Dios en lo futuro. Si Dios nos conduce por el camino del deber, también nos hará comprender después todas las oscuridades de su providencia que ahora nos dejan perplejos, y nos aliviará del dolor que nos ocasionó alguna fuerte y amenazadora tentación.»

4. Con ello, se sintió avivado para tener una comunión más estrecha con Dios, y se confirmó y consoló en la elección que había hecho (vv. Sal 73:25, Sal 73:26). Aquí tenemos el aliento de un alma santificada por Dios y que encuentra en Él su reposo: «¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?» (v. Sal 73:25. Lo de «sino a ti» no está en el original, pero se sobrentiende). Escasamente podemos hallar en los salmos otro versículo que mejor exprese los sentimientos devotos de un alma hacia Dios. Sólo Dios puede hacer verdaderamente dichosa a una persona. Como escribe nuestra Teresa de Ávila (más conocida como «Santa Teresa de Jesús»): «Quien a Dios tiene, nada le falta; sólo Dios basta». Y si eso es así, a Él hemos de acudir. No sólo deben ir a Él nuestros deseos, sino que en Él tienen que terminar, y no desear más que a Dios, pero desear cada vez más y más de Él: «Estando contigo añade , nada me deleita ya en la tierra» (v. Sal 73:25); no sólo en los cielos, de los que no hemos visto nada, sino ni aun en la tierra, donde están nuestros parientes y amigos, nuestros negocios y nuestros intereses, hay cosa que nos pueda dar verdadero placer. Es cierto que mis poderes físicos y mentales («mi carne y mi corazón») desfallecen (v. Sal 73:26) por la edad y por la enfermedad, pero en Dios puedo hallar fuerzas y descanso seguro: «Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre» (v. Sal 73:26).

5. Estaba plenamente convencido de la miserable condición de los inicuos. Esto lo había aprendido en el santuario y nunca lo iba a olvidar (v. Sal 73:27): «Porque, he aquí, los que se alejan de ti, esto es, los que se convierten en extraños para Dios por su maldad, de la que no se arrepienten, perecerán» (hebreo, yobedu; de la misma raíz que el «Abadón» = Destrucción, de Apo 9:11).

6. Estaba muy animado a adherirse a Dios y confiar en Él (v. Sal 73:28). El acercarnos a Dios es efecto del acercarse Él a nosotros (Rom 10:20). Es entonces cuando se realiza el feliz encuentro que nos trae la gran bendición. Aquí tenemos una gran verdad: Que es bueno acercarse a Dios, pero es esencial, vital, aplicarlo personalmente: «es bueno para mí» (lit. o, es mi bien, pues de las dos maneras se puede traducir). Si los malvados, a pesar de toda su prosperidad, han de perecer y ser destruidos, pongamos entonces nuestra confianza solamente en Dios y no en ellos (v. Sal 146:3-5); en Él y no en nuestra prosperidad material; confiemos en Dios y no nos inquietaremos por la prosperidad de los malvados ni les tendremos miedo.

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