Salmos 81:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Salmos 81:8 | Comentario Bíblico Online

Dios, por medio del salmista, habla aquí a Israel, y también, en ellos, a nosotros.

1. Demanda diligente y seria atención a lo que va a decir: «Oye, pueblo mío, lo que te voy a decir con la mayor solemnidad (comp. Deu 6:4), y te amonestaré, es decir, te haré una seria advertencia. No te contentes con oír de cualquier manera ¡Oh Israel, si quisieras escucharme!»

2. Les lleva a la memoria la obligación que tienen para con Él por ser «Jehová tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto» (v. Sal 81:10). Este mismo es el prefacio a la promulgación del Decálogo; por eso, es un motivo poderoso para que observen los mandamientos de Dios.

3. Les da un resumen, tanto de los preceptos como de las promesas que les había dado antaño cuando salieron de Egipto. El gran mandamiento era que no habían de tener otros dioses (v. Sal 81:9). La gran promesa consistía en que Jehová era un Dios Todosuficiente, cercano a ellos (Deu 4:7); si ellos se adherian a Él, sólo a Él, Él sería su poderoso protector y gobernador, al que siempre podrían acudir como a bienhechor amoroso y munificentísimo: «Abre tu boca y la llenaré» (v. Sal 81:10). Así como los jóvenes cuervos abren el pico en petición urgente de alimento y sus progenitores les llenan el buche, así también los que sirven al Dios verdadero pueden abrir la boca en oración a su Padre Celestial, seguros de que les cumplirá sus deseos legítimos y satisfará sus necesidades.

4. Les acusa de haber menospreciado la autoridad de Dios (v. Sal 81:11): «Pero mi pueblo no oyó mi voz, se hizo el sordo y no me quiso obedecer». Jehová estaba dispuesto a ser su Dios, pero ellos no estaban dispuestos a ser su pueblo.

5. A continuación, Dios se justifica en los castigos que inflige a su pueblo (v. Sal 81:12): «Los entregué, por tanto, a la dureza de su corazón; caminaron según sus propios consejos». Dios a nadie fuerza a obedecerle; amonesta a todos y les hace ver que el pecado es destructivo, de modo que el que persevera en el pecado, va por el camino de su propia ruina (Rom 6:23). La dureza del corazón resulta siempre un enemigo mucho más peligroso y opresor que todos los enemigos que nos puedan atacar desde fuera. Si Israel hubiese obedecido a Dios, ningún enemigo exterior habría sido capaz de oprimirles ni subyugarles (vv. Sal 81:13-16).

(A) Dios continúa testificando de la buena voluntad que aún alberga hacia ellos (v. Sal 81:13). Veía cuán triste era el caso de ellos, cuán segura su ruina, al ser dejados a sus propios consejos, y siente compasión de ellos, y muestra la repugnancia con que les había dejado a merced de la insensatez y dureza de sus corazones: «¡Oh, si me hubiese escuchado mi pueblo!» (v. Isa 48:18). De manera semejante se lamentó el Señor Jesús de la obstinación de Jerusalén (Luc 19:42). Las expresiones son muy emotivas, e indica cuán fuerte es el deseo de Dios de que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento (2Pe 3:9).

(B) Los grandes beneficios que Dios tenía reservados para su pueblo y que les habría dispensado si ellos le hubiesen sido obedientes (v. Sal 81:14): «En un momento habría yo derribado a sus enemigos». En Dios, y sólo en Él, hay que confiar para ganar la victoria contra nuestros enemigos. Con sólo volver su mano (v. Sal 81:14), los que odian a Jehová se le habrían sometido (v. Sal 81:15) y, a pesar de todos los intentos de los enemigos, les habría sido para siempre (lit.), ya sea la humillación de los enemigos, ya sea la prosperidad y seguridad de Israel, pues habrían dispuesto de todo lo mejor, de lo mejor del trigo, y con miel de la peña les saciaría (comp. Deu 32:13).

(C) Obsérvese que lo único que Dios requería de ellos era que le escuchasen (vv. Sal 81:8, Sal 81:13), como un discípulo al maestro como un criado al amo, como un hijo a su padre, y que anduviesen en los caminos de Dios (v. Sal 81:13). La obediencia es el camino hacia la felicidad, así como el pecado es el camino hacia la desgracia y la destrucción.

Nota del traductor: La última frase del versículo Sal 81:5: «Oían una lengua (hebreo, sefat = lenguaje) desconocida», merece un breve comentario. El original dice literalmente: «Lenguaje (que yo) no conocía (comencé) al oír (éste es el único modo de traducir este imperfecto)». Habla, pues, el salmista como representante de Israel al tiempo de la salida de Egipto. Dice Kirkpatrick: «Comenzó (Israel) a oír al Dios a quien todavía no había aprendido a conocer como al que se revela Dios de la redención, hablándoles (a Israel) en las portentosas obras de la liberación de Egipto». Estaría, pues, implicado aquí todo lo que leemos ya en el capítulo Éxo 3:1-22 del Éxodo: «lenguaje de Dios, desconocido para Israel». Todas las demás interpretaciones (v. Arconada) resultan absurdas u oscuras.

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