Salmos 99:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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La felicidad de Israel durante el gobierno de Dios se muestra aquí en algunos detalles de su administración, con especial referencia a los que habían sido los más útiles gobernadores del pueblo Moisés, Aarón y Samuel ; en el caso de los dos primeros, porque con ellos había comenzado a funcionar la teocracia o gobierno de Dios; en el tercero porque con él terminó, en gran medida, tal forma de gobierno.

1. La comunión que tales personajes tenían con Dios. Entre todas las naciones de la tierra, ninguna otra pudo producir tres hombres como éstos, los cuales tenían gran poder intercesor y a quienes Dios conocía por su nombre (Éxo 33:17). Aunque Samuel no era sacerdote, se le cuenta entre los que invocaron su nombre (v. Sal 99:6). También se les menciona por su obediencia: «Guardaban sus testimonios y el estatuto que les había dado» (v. Sal 99:7). De Moisés se dice con mucha frecuencia que hizo conforme a todo lo que Dios le había mandado. Todos ellos prevalecieron admirablemente con Dios en oración. Dios obraba milagros a petición de ellos y tenía con ellos especial trato (v. Sal 99:7).

2. Los buenos oficios que desempeñaron en beneficio de Israel. Intercedieron por el pueblo y obtuvieron de Dios muchas respuestas de paz. Recuérdese especialmente la oración de Éxo 32:11-14. Moisés es incluido entre sus sacerdotes (v. Sal 99:6), porque, aunque no había sido ungido como sacerdote, tenía acceso al Tabernáculo y él fue el que consagró sumo sacerdote a su hermano Aarón. En cuanto a la intercesión de Aarón, véase Núm 17:11. Y, para ver un ejemplo de la oración de Samuel, ver 1Sa 7:8. El perdón de Dios al pueblo, en respuesta a las oraciones de estos tres grandes intercesores, se menciona en el versículo Sal 99:8. «Jehová Dios nuestro, tú les respondías; fuiste para ellos un Dios perdonador». Eso no obsta para que Dios vindicase su propia santidad aplicándoles el correctivo que necesitaban: «y vengador de sus maldades».

3. El salmista finaliza el salmo con una exhortación, parecida a la del v. Sal 99:5, para que el pueblo exalte a Jehová y se postre ante Él, «porque Jehová nuestro Dios es santo» (v. Sal 99:9). Nótese el detalle de la postración reverencial, unida a la intimidad que comporta la expresión «nuestro Dios». El tener acceso libre y familiar al trono de la gracia (Heb 4:16) no debe disminuir el respeto que debemos a nuestro Dios, pues es fuego consumidor (Heb 12:29).

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