Salmos 103:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Salmos 103:6 | Comentario Bíblico Online

I. Ciertamente Dios es bueno para todos (Sal 145:9), pues hace justicia y juicios (lit., es decir, sentencias con las que castiga a los opresores) a todos los oprimidos (v. Sal 103:6).

II. De manera especial, es bueno para Israel, puesto que:

1. A Israel se reveló de manera especial (v. Sal 103:7): «Sus caminos notificó a Moisés, en respuesta a la oración de éste (v. Éxo 33:13); es decir, los atributos divinos que disponen y gobiernan los asuntos humanos, y a los hijos de Israel sus obras portentosas, con que los sacó de Egipto y los condujo por el desierto». La revelación divina es uno de los mayores favores divinos, pues Dios nos restaura a Él mismo al revelarse a sí mismo a nosotros, y nos da todo bien al darnos conocimiento.

2. Nunca fue severo con su pueblo, sino siempre lleno de ternura y compasión, y presto a perdonar: (A) Así lo es por naturaleza (v. Sal 103:8): «Compasivo y favorecedor es Jehová (lit.); lento para la ira (lit. largo de narices, ya que la ira, en el sentido semita, bíblico, tiene que ver con las fosas nasales v. por ejemplo, Sal 18:8 ) y abundante en amor misericordioso». Todo el versículo está basado en Éxo 34:6. El Señor tiene mucha paciencia con los que le provocan (comp. 2Pe 3:9) y difiere el castigo a fin de darnos tiempo para arrepentirnos. Aunque no deja de indicar su desagrado contra nosotros a causa de nuestros pecados, ya sea por medio de los reproches de nuestra conciencia o de las reprensiones de su Providencia, no nos tiene aterrorizados (v. Sal 103:9), sino que, en lugar del espíritu de esclavitud, nos da el espíritu de adopción.

(B) Así lo hemos hallado por experiencia (v. Sal 103:10): «No ha hecho con nosotros conforme a nuestros pecados ni nos ha retribuido conforme a nuestras iniquidades» (lit.). Dios imponía, e impone, a su pueblo castigo por sus rebeldías, pero siempre es menos severo de lo que las culpas merecen, pues no desea la muerte del malvado, sino que se arrepienta y que viva (v. Ez. caps. Eze 18:1-32 y Eze 33:1-33).

3. El salmista habla ahora (vv. Sal 103:10.) en plural. No dice: «tus iniquidades, etc.» (vv. Sal 103:3.), sino «nuestros pecados, etc.». Para dar a entender, de algún modo, la magnitud del perdón de Dios y de su misericordia con nosotros, dice: «Porque como la altura de los cielos sobre la tierra (una distancia inmensa, inconmensurable), así es de grande (lit. sobrepuja) su amor misericordioso hacia los que le temen» (v. Sal 103:11). La bóveda del cielo dista tanto de este diminuto punto en el espacio, que es nuestro planeta, que resulta insignificante la diferencia de altura entre el más alto rascacielos y la más humilde cabaña. Así también la misericordia de Dios cobija por igual al más piadoso de los santos y al más criminal de los pecadores. «No hay nadie demasiado malo para el perdón de Dios; sólo puede haber quienes se creen demasiado buenos para tal perdón» (comp. con Jua 9:39-41). Lo mismo expresa el salmista con otra figura (v. Sal 103:12): «Cuanto está lejos el oriente del occidente (distancia también inconmensurable es la de los puntos cardinales), hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones». Tan lejos las pone Dios de nosotros al perdonarlas, que ya no les queda tiempo ni camino para volver.

4. Para dar razón de la compasión que Dios tiene con nosotros, el salmista acude a dos motivos: (A) Las entrañas paternales de Dios (v. Sal 103:13), con lo que estamos ya cerca del concepto novotestamentario (por ej., Mat 5:45, etc.). Como Padre que es, Dios nos instruye, soporta, cuida, compadece, consuela, restaura, perdona; y, sobre todo, (B) Lo que a nosotros nos resulta difícil respecto de otros, nos comprende (v. Sal 103:14): «Conoce nuestra formación» (lit.), el vocablo (yetser) es de la misma raíz que el verbo usado en Gén 2:7 (yatsar, modelar como un alfarero o yotser; comp. con Jer 18:2.). Y, en la misma línea, prosigue: Se acuerda de que somos polvo» (v. Sal 103:14, comp. con Gén 3:19). El conocimiento de nuestra fragilidad congénita mueve a Dios a tener compasión de nosotros.

5. Precisamente al tener en cuenta nuestra fragilidad, que el salmista describe por medio de otra imagen familiar (vv. Sal 103:15, Sal 103:16, comp. con Job 14:2; Sal 90:5, Sal 90:6; Isa 40:6), Dios, en su misericordia, ha hecho pacto perpetuo con los que le temen, y alivia así nuestra frágil condición: «En cuanto al hombre, … florece como la flor del campo» (v. Sal 103:15). La flor del jardín familiar, la del invernadero, vive por más tiempo gracias a los especiales cuidados que recibe, pero la del campo, no sólo está destinada a marchitarse, sino que está expuesta a los fríos vientos y a las pezuñas de los animales de la selva. La vida del hombre no sólo se va desgastando por sí misma, sino que está expuesta a mil accidentes diversos. Dios tiene en cuenta esto y se compadece del hombre. Su misericordia no tiene límites ni en su volumen ni en su tiempo: abarca a todos los que le temen, y perdura desde la eternidad y hasta la eternidad (vv. Sal 103:17-18), al sobrepasar la vida de cada uno y las de todos juntos. Pero sólo los que toman conciencia de los preceptos de Dios pueden disfrutar del beneficio de sus promesas.

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