Salmos 105:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Aquí se nos exhorta, al alabar a Dios, a echar una mirada retrospectiva a los orígenes de Israel. Podemos aplicarlo a los orígenes de la Iglesia; hallaremos abundante materia de alabanza y acción de gracias en las historias de los Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles, como el salmista la halla en las historias del Génesis y del Éxodo.

I. La promesa de Dios a los patriarcas, de que había de dar la tierra de Canaán en herencia a su posteridad, lo cual era tipo de la promesa de vida eterna, hecha en Cristo a todos los creyentes. En todas las obras maravillosas que hizo Dios por Israel, se acordó para siempre de su pacto (v. Sal 105:8), y para siempre se acordará. En un lugar paralelo (1Cr 16:15), el texto masorético lo expone como un deber del pueblo: «Acordaos siempre de su pacto» (aunque es, sin duda, un error de los masoretas). Se llama «pacto» porque se requiere algo de parte de los recipiendarios como condición para el cumplimiento de la promesa. Véase en Heb 6:13, Heb 6:14 a quiénes juró por sí mismo. El pacto mismo (v. Sal 105:11): «A ti te daré la tierra de Canaán». Los patriarcas tenían derecho a ella, no por la providencia, sino por la promesa; y su descendencia había de entrar a poseerla como porción o suerte de su heredad, por natalicio, que es título bien seguro; les había de llegar como un favor de Dios, no por sus méritos. El Cielo es nuestra heredad (Efe 1:11). «Y ésta es la promesa que Él nos hizo, la vida eterna» (1Jn 2:25; comp. con Tit 1:2).

II. Sus providencias con los patriarcas mientras aguardaban el cumplimiento de la promesa, por donde vemos el interés que Dios muestra por su pueblo en este mundo mientras aguardamos la entrada en la Canaán Celestial, pues estas cosas les sucedieron a ellos como ejemplos (v. 1Co 10:6) y estímulos para todos los herederos de la promesa, a fin de que vivan por fe como ellos vivieron.

1. Fueron protegidos y resguardados prodigiosamente y, como lo expresa la tradición judía, reunidos bajo las alas de la divina majestad. Esto es lo que se nos declara en los versículos Sal 105:12-15. Estuvieron expuestos a muchos peligros, pero a los tres famosos patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob, les fueron hechas grandes promesas; una y otra vez les dijo Jehová que Él sería su Dios. Aun en este mundo, no les faltó nada, pero, a fin de que se mostrase que hacía por ellos cosas extraordinarias, les ejercitó también con extraordinarias pruebas:

(A) Abraham fue llamado por Dios cuando no era más que uno solo (Isa 51:2). Véase cuán pocos eran al principio.

(B) Eran forasteros en todos los lugares y, por tanto, expuestos a los abusos de los nativos. Su religión misma era bastante para que se les considerase como moteada ave de rapiña que concita la enemistad y la persecución de otras aves de rapiña (v. Jer 12:9).

(C) No estaban asentados en un lugar fijo (v. Sal 105:31): «Andaban de nación en nación, de una parte del país a otra, de un reino a otro pueblo; de Canaán a Egipto, de Egipto al país de los filisteos, forzados por el hambre. Pero eran guardados por una especial providencia de Dios (vv. Sal 105:14, Sal 105:15). No podían valerse a sí mismos. Sin embargo:

(D) A nadie se le permitió hacerles daño, pues aun los mismos que les odiaban se veían con las manos atadas y no podían hacer lo que querían (v. Gén 26:11; Gén 35:5). Dice Arconada: «Llama a los patriarcas ungidos, en sentido amplio de escogidos por Dios como instrumentos de su obra de salvación, y profetas, porque transmitían a otros la palabra de Dios que ellos recibían». Por eso, Abraham es llamado por Dios mismo «profeta» en Gén 20:7.

2. También fueron alimentados prodigiosamente por Dios. Para poner a prueba su fe, Dios quebrantó todo sustento de pan (v. Sal 105:16) en la tierra donde vivía Jacob con sus hijos y nietos, pero pronto vino en socorro de ellos, por cuanto estaban allí y dependían de su promesa y, por eso, no podía permitir honrosamente el que les faltara lo más indispensable para vivir. Así como impidió que un Faraón les hiciese daño, así también suscitó otro Faraón que les hiciese el bien, al promover a José a gobernador del país, como vemos en el resumen que los versículos Sal 105:16-22 nos ofrecen.

(A) Muchos años antes de que comenzase el hambre, le envió delante de ellos (v. Sal 105:17), precisamente para que les remediase el hambre. No fue a Egipto como un emisario, sino como esclavo (v. Sal 105:17), esclavo de por vida, sin perspectiva humana de recobrar la libertad.

(B) Todavía descendió más abajo, pues de esclavo pasó a encarcelado (v. Sal 105:18), por causa de una infame calumnia. Dice el hebreo (v. Sal 105:18): «En el hierro entró su alma», frase poética, sumamente expresiva de los sufrimientos de la cárcel.

(C) Allí continuó, sin que se le entablara proceso, hasta la hora en que se cumplió su predicción (v. Sal 105:19) quizá la de sus propios sueños (Gén 37:5-11), más bien que la de los sueños de Sal 40:8. y le acreditó el dicho (lit.) de Jehová, implícito en los sueños. Ese mismo «dicho de Jehová», según otra versión del verbo hebreo, «le puso a prueba». Su fe hubo de ser puesta a prueba duramente cuando, en lugar de verse inmediatamente promocionado, se vio encarcelado (y, sin duda, durante varios años). Llega siempre la hora en que la palabra de Dios viene en auxilio de los que confían en Él (Hab 2:3). «Envió el rey y le soltó» (v. Sal 105:20). No sólo eso, sino que lo puso por señor de su casa, y por gobernador de todas sus posesiones (v. Sal 105:21, comp. con Gén 45:8). Así quedó José en disposición de instruir (más bien que «reprimir») a los grandes de Faraón, es decir a los altos funcionarios de la corte, y de enseñar sabiduría a los ancianos (v. Sal 105:22), esto es, a los consejeros del rey.

3. En Egipto se multiplicaron en gran manera (v. Sal 105:24), según la promesa hecha a los patriarcas, después que Jacob vino a Egipto (v. Sal 105:23) con sus hijos y nietos.

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