Salmos 106:13 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Aquí tenemos un resumen de la historia de las provocaciones de Israel en el desierto, y este resumen es todavía resumido por el apóstol en la aplicación que hace a los cristianos (1Co 10:5.).

1. La causa de su pecado fue el olvido de las palabras y de las obras de Dios (v. Sal 106:13). No tuvieron en cuenta lo que había hecho por ellos: «Pronto olvidaron (lit. se apresuraron a olvidar) sus obras; no aguardaron a su consejo, es decir, no esperaron a que Dios les revelase el designio que tenía con respecto a ellos». Esperaban impacientemente entrar pronto en Canaán y, como tardaban en entrar, pensaron que nunca entrarían allá. De nuevo leemos (vv. Sal 106:21, Sal 106:22): «Olvidaron al Dios de su salvación, etc.». Quienes olvidan la salvación de Dios, pronto olvidan al Dios de la salvación. No tenían paciencia para esperar a que llegase el tiempo de Dios y pensaron como el mal siervo de Mat 24:48: «Mi Señor se tarda en venir».

2. Se mencionan aquí muchos de sus pecados, junto con las señales del desagrado de Dios a causa de ellos.

(A) Querían comer carne (v. Sal 106:14), pero no creían que Dios pudiese proporcionársela. Estaban a poca distancia de Canaán, pero no tuvieron paciencia para esperar a entrar para poder comer carne. «Él les dio lo que pidieron, pero lo dio enojado y con maldición, pues envió, no vigor, sino extenuación a sus vidas» (v. Sal 106:15, lit.). Leemos en Núm 11:33 que hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande, cuando aún estaba la carne entre los dientes de ellos. El nombre que le puso al lugar aquel (Kibrot-hattaavá, sepulcros de concupiscencia) quedó como memorial perpetuo de aquel pecado y de su castigo.

(B) Se querellaron del gobierno que Dios había establecido para Israel, tanto en lo civil como en lo religioso: «tuvieron envidia de Moisés el jefe de la nación y generalísimo del campamento, y de Aarón, el santo de Jehová, esto es, el designado por Dios para ejercer el sumo sacerdocio» (v. Sal 106:16). Parece ser que Coré, de la tribu de Leví, aspiraba a ese cargo, mientras Datán y Abiram, de la tribu de Rubén, primogénito de Jacob, aspirarían a la suprema magistratura. Se nos dice en los versículos Sal 106:17 y Sal 106:18 el desagrado que esto causó a Dios. Tenemos en Núm 16:32, Núm 16:35, los detalles de esta historia. Los que se rebelaron contra la autoridad civil fueron castigados por medio de la tierra, que se los tragó. Los que se rebelaron contra la autoridad religiosa fueron castigados por medio del fuego, y fueron sacrificados a la justicia divina al intentar usurpar el derecho de ofrecer sacrificios.

(C) Fabricaron y adoraron un becerro de oro, y esto en Horeb, donde se había dado la Ley y donde Dios había dicho expresamente (Éxo 20:4, Éxo 20:5): «No te harás imagen … No te postrarás ante ellas». Pero ellos hicieron ambas cosas (v. Sal 106:19): «Hicieron un becerro en Horeb, se postraron ante una imagen de fundición». De esta manera hicieron afrenta a las dos luces que Dios puso para iluminar el camino de la conducta humana: (a) La luz de la razón, pues cambiaron su gloria (la de Dios, aunque los antiguos escribas, por un falso sentido de reverencia, cambiaron la terminación del vocablo hebreo para que significase la gloria de ellos) por la imagen de un buey (comp. con Rom 1:23), del buey Apis, uno de los ídolos egipcios, que come hierba (v. Sal 106:20), lo cual no puede ser más grosero y escandaloso. (b) La luz de la revelación, que les fue hecha, no sólo en las palabras que Dios les habló, sino también en las cosas que obró a favor de ellos (vv. Sal 106:21, Sal 106:22). Por ello, Dios trató de exterminarlos, y de cierto lo habría hecho, de no haberse interpuesto Moisés su escogido delante de Él (v. Sal 106:23), es decir, en la brecha entre Dios y el pueblo, «como un soldado dice Cohen que, con peligro de su vida, ocupa el puesto en que el enemigo ha hecho una brecha en los muros de la ciudad» (v. Éxo 32:9-14). Véase el poder de la oración y véase también aquí, en Moisés, un tipo de Cristo, escogido de Dios, en quien Dios tiene sus complacencias y que vive siempre para interceder por nosotros (Heb 7:25).

(D) Dieron crédito al informe que del país de Canaán dieron los malos espías, en contra de la promesa de Dios (v. Sal 106:24), y trataron de escoger un capitán que les condujese de regreso a Egipto, y acusaron vilmente a Dios de querer llevarlos a la tierra prometida para que fuesen presa de los cananeos (Núm 14:2, Núm 14:3). Y, cuando se les hizo a la memoria el poder y la promesa de Dios, lejos de escuchar la voz del Señor, intentaron apedrear a los que les decían la verdad (Núm 14:10). También esto desagradó grandemente a Dios, pues juró en su enojo que no habían de entrar en su reposo (Núm 14:28; Sal 95:11) y que había de aventar su estirpe entre las naciones y esparcirlos por las tierras (v. Sal 106:27, comp. con Eze 20:23).

(E) Fueron también culpables de un gran pecado en el asunto de Baal-peor; éste fue el gran pecado de la nueva generación, cuando estaban a punto de entrar en Canaán (v. Sal 106:28): «Se unieron al Baal de Peor» (Núm 25:1-3), deidad pagana adorada en Peor, con lo que se prostituyeron espiritual y corporalmente. Quienes tantas veces habían participado del altar del Dios viviente, comieron ahora los sacrificios de los muertos, es decir, ofrecidos a dioses muertos. De esta forma, provocaron la ira de Dios con sus acciones (v. Sal 106:29). Dios los castigó con una plaga que se llevó por delante, en poco tiempo, a 24.000 de estos desvergonzados pecadores. Dios estimuló a Pinjás, el futuro sumo sacerdote, para que usase su poder al servicio de la nación, suprimiese drásticamente el pecado y librase del contagio al resto del pueblo. En su celo por el Dios de las huestes, ejecutó a Zimrí y a Cozbí, algo que agradó tanto a Dios que se detuvo la plaga (v. Sal 106:30). A Pinjás le fue contado para justicia (v. Sal 106:31. Lit.), lo mismo que a Abraham (comp. con Gén 15:6), de generación en generación, pues Dios estableció con él el pacto del sacerdocio perpetuo (Núm 25:13). Es cierto que, por algún tiempo (no sabemos por qué), el sumo sacerdocio pasó a la rama de su tío Itamar en la época de los Jueces, pero volvió a la rama de Eleazar, en tiempo de Salomón, en la persona de Sadoc.

(F) Sus continuas murmuraciones hasta el final mismo de sus andanzas por el desierto, pues en el último año de su peregrinación por el desierto, irritaron a Dios en las aguas de Meribá (v. Sal 106:32), como vemos en Núm 20:3-5, y le fue mal a Moisés por causa de ellos, pues perdió la paciencia y habló inconsideradamente (v. Sal 106:33), pues dijo: «¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?» (Núm 20:10). Dios mostró su desagrado contra este pecado y no permitió que Moisés ni Aarón entrasen en Canaán a causa de la forma en que obraron en esta ocasión. Si tan severamente trató a Moisés por unas palabras inconsideradas, ¿qué castigo no merecerá el pueblo por haber hablado tantas veces palabras perversas? Dios les quitó a Moisés en un tiempo en que más lo necesitaban, con lo que su muerte fue un castigo mayor para ellos que para él.

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