Proverbios 1:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos, Salomón expone el principio y fundamento de todo el libro, que puede resumirse en dos frases: temer a Dios y honrar a los padres.

1. «El principio del conocimiento (lit.) es el temor de Jehová» (v. Pro 1:7). La base de toda sabiduría verdadera es el temor de Dios. La frase aparece, con ligeras variantes, en Job 28:28; Sal 111:10; Pro 9:10 y Ecl 12:13, por donde vemos que «conocimiento» y «sabiduría» son, a este respecto, sinónimos, aunque «conocimiento» expresa una experiencia íntima, personal y práctica, no meramente intelectual, propia de la «sabiduría» que es de lo alto (Stg 3:12), equivalente al «saber de salvación» de 2Ti 3:15. La frase «temor de Jehová» ocurre 15 veces en este libro y, como ya sabemos, significa respeto o reverencia, que incluye acatamiento u obediencia. Así pues, el verdadero sabio comienza por respetar y obedecer a Dios. Por contraste (v. Pro 1:7) los necios (hebreo, evilim), «los mentalmente tontos y moralmente irresponsables» como comenta el Dr. Ryrie, desprecian la sabiduría y la corrección (lit.).

2. A este principio sigue el honor a los padres, el cual se manifiesta primordialmente en la atención que se presta a los consejos y avisos de los progenitores (v. Pro 1:8). Notemos aquí tres detalles sumamente importantes e interesantes: (A) Salomón supone aquí que los padres cumplen con su deber de enseñar y corregir a sus hijos; y, en el decurso del libro, va a insistir en la necesidad de cumplir con este deber. (B) Exhorta a los hijos a escuchar (a someterse y agradecer) la corrección (reprensión, disciplina, etc.) del padre. El vocablo hebreo (musar) es el mismo del final del versículo Pro 1:7 y corresponde al griego que se traduce por «corrección» o «disciplina» en Efe 6:4 y se refiere allí a los «padres» (pater), no «progenitores» indistintamente. (C) también les exhorta (v. Pro 1:8) a no descuidar (lit. dejar) la instrucción (hebreo, torat ¡la ley!) de la madre. Es interesante observar que, mientras las leyes de los persas, los griegos y los romanos mandaban que los hijos respetasen los avisos y preceptos de los padres, la ley de Dios manda que se respeten los avisos, instrucciones, y «preceptos» de las madres. Y es de notar que, en realidad, la madre es la verdadera educadora de los hijos, la que les moldea el carácter, mientras el padre les moldea el criterio: la «fijeza de la mente», equivalente literal de «amonestación», en Efe 6:4. Once veces más aparecen juntos padre y madre, en este libro, en esta tarea educadora. Y en dos lugares más (Pro 29:15 y Pro 31:1), sólo se menciona a la madre. «Hijo mío», en Proverbios, tiene el sentido de «discípulo».

3. Con dos bellas comparaciones (v. Pro 1:9) describe Salomón el buen resultado que al joven se le seguirá de prestar atención a la corrección de su padre y a la instrucción de la madre: guirnalda que agracia la cabeza y collar que adorna el cuello. Comenta J. J. Serrano: «Las comparaciones son apropiadas, pues no es sólo la sabiduría el mejor ornato de la persona, al ceñir la parte más noble del hombre, su entendimiento, representado por la frente, sino que adorna también la voluntad simbolizada por el corazón, sobre el que descansa el collar».

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